Las migas que nos dejamos




Donde sea voy escribiendo anotaciones, frases mías e ideas, ya sea en mi agenda, en una app de notas que cargo en el celular y hasta en mi chat personal de Telegram, en lo primero que tenga a la mano, el gran problema es no las vuelvo a leer. Ni siquiera las organizo y mucho menos me he planteado publicarlas, en parte por una reserva personal que me frena a hacerlo y cuyas razones no exploraré aquí.

Lo cierto es que, pasado un tiempo, deliberadamente o como accidente, me topo con esas notas que he guardado. Entonces, ocurre una extraña sensación que nunca me he sabido explicar: me consigo con un desconocido. Esas palabras hablan de alguien del pasado que me interpela, pero que no soy yo y a la vez sí. Me recuerdan pensamientos, momentos, escenas, con una precisión que me estremece y asusta.

Son migas que me he dejado.

Migas de una ruta que vuelve a mí para hablarme del camino que he recorrido y que no se ve cuando estás metido en esta enorme máquina imparable llamada cotidianidad. No se ve porque para poderle echar un vistazo hay que orillarse y orillarse implica un grave riesgo: pensar(se). Cuando esas notas me sacan del día a día, con la violencia imprevista de una cachetada, me ponen en las manos pedazos que he dejado cargados de historia.

Me asombro. Me enseño. Me crítico. Me aúpo. Me odio. Me admiro. Me vuelvo yo contra/para mí. Y de pronto, quisiera tomar un cordel y amarrar a mi cuerpo ese fragmento, recuperarlo como algo que vuelve a mí y que no daba por perdido, aunque sí lo estaba.

Allí es cuando comprendo aquello que escribí en una de esas páginas que arrojé a un olvido voluntario: “si en la vida tenemos algún camino, este camino debe ser circular, un camino que siempre vuelva a nosotros mismos”.

Con mis anotaciones voy dejándome un cartograma para señalarme cómo volver a quien soy. Es a su vez, toda una paradoja, el pasado que hace futuro; el recuerdo transformándose en porvenir cuando adquiere vivacidad en la memoria.

Esto me ocurre con la escritura, pero a los demás puede que con un cajón de fotografías en el closet, con videos almacenados en el celular, con las canciones que esperan en un playlist, con un dibujo, y por qué no, con un lugar. Todos, creo, necesitamos de esas pequeñas e íntimas cosas en la que nos vamos vaciando a pedazos, a ratos, a miradas.

Por muy lejos o perdidos que estemos, sabemos que las migas que estuvimos dejando en cada experiencia, sin saberlo, son nuestra vía de regreso al puro estilo Hansel y Grettel.

©Jhoandry Suárez

2 comentarios:

  1. Me fascinó leerte... quiero más!

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  2. Gracias JASU , por esa sinceridad en cada una de tus palabras y por tanta entrega en estos textos.

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