Mientras haya luz
Los días en
Maracaibo son acechados sin tregua por apagones y fluctuaciones de voltaje. Sin
preludio, sin aviso, ellos llegan y te arruinan la Navidad, Día de la Madre o
Día del Padre; ningún reparo emocional habita en ellos. ¡Zas! Se fue la luz por
segunda vez en el día, ¿Cuándo vendrá? Más fácil preguntar, ¿quién ganará el
Mundial? Las horas bullen con el calor de la ciudad y los improperios contra la
gestión gubernamental. En tres segundos, las señales de teléfono desaparecerán,
la oscuridad sumirá la urbe, cada uno se esfumará en una espera infructuosa.
***
¿Cómo se
mantiene la defensa de la esperanza? ¿Cómo se le nutre? Fallan los líderes,
fallan las fuerzas, fallan los planes, pero la esperanza, maltrecha y pequeña,
se mantiene en algunos corazones. Llegan los “realistas” con su caletre: “esto
no cambiará nunca”. Pero los esperanzados, toman café, luchan con el tráfico y
se montan en su día a día. De alguna manera (¿para qué esgrimir aquí
hipótesis?), tienen una reserva de que todo no está perdido. Aún creen que hay luz.
***
Paradoja: Maracaibo,
la primera ciudad venezolana en contar con electricidad a finales del siglo XIX;
ahora, la primera ciudad sin servicio eléctrico entre 10 y 24 horas al día.
***
“Venezuela es
el mejor país que he conocido”, me dice M, un comerciante con más de 40 años
cerca de la plaza Baralt, en la capital zuliana. Por su forma chusca de
pronunciar el español percibo que es extranjero. Observo que tiene una bandera
de Grecia al lado de una venezolana en el mostrador de su tienda. “Usted es
griego, ¿no?”, le pregunto para empatizar con él. “Oh, claro que sí. Qué bueno
que reconoces esa bandera. Recorrí muchos países antes de llegar aquí y este ha
sido el mejor por su cultura, su gente”, reconoce admirado, una admiración que
se quiebra: “Pero ahora, está muy mal. Mi hijo que estudió medicina en LUZ*,
tuvo que irse a los Estados Unidos con su familia, allá está taxeando. Es una
tristeza”. Y entonces, bruscamente el halo de melancolía apagó el chispazo de
emoción con el que me hablaba de este país.
***
“¿Y esta vez
por qué fue el apagón?”, le preguntó Javier a su amigo, entre ingenuo e
interesado. En la parada de autobús en donde aguardaban, los demás lo miraron
con reproche. Pregunta errada. Todos sabían la repuesta, era de tontos no
conocerla. “¿Qué más va a ser? Un sabotaje”, ironizó alguien. “No falta que lo
digan, mijo, –predijo una señora-. Ya uno sabe que ese es el mismo cuento chino”.
Un señor de cara adusta agregó: “No le hacen mantenimiento al sistema eléctrico
y dicen que es sabotaje. Lo peor es que tienen todas esas instalaciones
militarizadas, ¡es increíble!”. Sin más qué decir, el joven recogió su duda
fusilada.
***
“Tan verdad es
que cuando oscurece siempre necesitamos a alguien, como que, cuando amanece,
siempre necesitamos recordar que nos queda todavía algún objetivo en la vida”,
Enrique Vila-Matas, escritor español.
***
Discurso
oficial:
“En ____ meses solucionaremos el problema eléctrico” (Un mes después) “Hay una guerra
eléctrica”.
“Vamos a trabajar, a producir” (Un mes
después) “Si quieren trabajar tienen que comprarse su planta de generación”.
“Traigan sus máquinas para minar
criptomonedas” (Un mes después) “La luz se va porque hay una minería virtual ilegal”.
***
En los
venezolanos impera una voluntad osada. Una voluntad de sortear las dificultades,
de ingeniarse nuevas formas de trabajar y ser solidarios, de mantener la
esperanza. La crisis no ha sumido todo en oscuridad, aunque los apagones cubran
de noche los días. Todavía hay luz, aunque sea por ratos, pero hay, aún existe.
Pero, ¿una luz que espera o apunta a qué?
©Jhoandry Suárez
Foto: portal
La Patilla.
*La
Universidad del Zulia
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