Y no pasa nada



En Venezuela no pasa nada y pasa de todo. Es la paradora hecha país. Es el silencio que parlotea como nunca antes. Las calles mudas que en una esquina apuntan a una historia inverosímil. El televisor con un discurso extraviado que nadie escucha. El alfabeto Braille que los líderes aún no han aprendido a leer. Corrección, que no han querido palpar. Llanto ahogado en clave morse, lucha cotidiana con tinta invisible, indignación sin vocales.

Territorio de comparaciones para el espectador curioso que se asoma desde la frontera. Un corazón que late con arritmia, con un sonido sostenido en “do”, que picotea aquí y allá, allá y aquí. El cansancio cansado de estar cansado y metido en una maleta. Las palabras contenidas a ras de los dientes, incomodando la lengua. Un hasta pronto que se tropieza con un jamás. Un anhelo que aterriza de emergencia entre la realidad y el anhelo. La batalla que nadie gana. El dominó trancado. Los jugadores que se levantan de la mesa. El nunca sucede nada.

La juventud que se siente vieja y que sabe que cuando se llega a viejo, nadie tiene tiempo para escuchar. Los adultos con una nostalgia prendada detrás de la oreja. Las alegrías inexplicables, aunque el estómago zumba. La carcajada callada que rema contra la ruptura. El microbús que desde temprano en sus entrañas lleva la expectativa reservada de decenas de ojos. Decisión y trabajo sin estridencias.

El araguaney vestido de verde para atraer las esperanzas perdidas. El viento agotado de tantas voces lejanas. Río que no quiebra el silencio, sino que se acompasa a él. Médanos tostados por la fría ausencia. Testigos silentes de la nada.

El tiempo que ignora lo que espera. El tiempo que se volvió presente más de lo normal. El tiempo con más cabida al pretérito que al futuro. El tiempo que se destraba cuando se va a otro lugar. El tiempo con noches de profunda interrogante. El tiempo de nada, que no es eternidad, tampoco es celeridad, es eso que llamó Einstein, una ilusión, pero una que sostiene otra.

Debajo de la piel de la nada, hay algo. Que todos han visto, que todos conocen, que todos sienten, pero que poco a poco se fue quedando sin alfabeto. Esta es otra etiqueta: Venezuela, el país sin alfabeto. ¿Cómo se explica que pasa de todo y no pasa nada? ¿Será con números? La fórmula no está despejada. ¿Con imágenes? Se cae en el terreno de interpretar a la manera propia. Sin letras, sin matemáticas, sin recurso gráfico, habrá que inventar un nuevo lenguaje capaz de ser suficientemente elocuente para que mencione todo lo que pasa. Sin embargo, ¿se encuentra en la calle, en la espera, en el arrebato? ¿Dónde se consigue este lenguaje antes de que definitivamente termine por no pasar nada?

©Jhoandry Suárez
Foto: @lennyruizc

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