Miguel Silva: rigor, verso y picardía

Cronista y escritor lossadeño, cuenta la trayectoria de su vida sin orden cronológico

“El cronista”, como se le conoce, tiene más de tres libros y varios poemas inéditos en su haber, escritos desde la inspiración, el amor y la verificación histórica; sin embargo, la falta de financiamiento lo tienta a desistir de esa tarea.

El paisaje rural y petrolero de La Concepción se desfiguró una noche de 1957 para Miguel Silva, en ese entonces un niño de 11 años. Junto con las estrellas del firmamento veía los inodoros que volaban por encima de los techos mientras “el pito de la compañía” alertaba. La escena surrealista fue producto de una acumulación de gases en el sitio. Otros ya la olvidaron. Silva, como cronista desde 1993 del municipio Jesús Enrique Lossada, la conserva en su memoria acompañada de lugares, fechas y personajes con los que conviven él y la historia municipal.
Presidente de la Asociación de Cronistas del estado Zulia, miembro de la Asociación Nacional de Cronistas de Venezuela y escritor de varios libros en los que recoge la cronología de su tierra natal y otros en los que ha plasmado, cuando la inspiración le favorece, poemas, décimas y composiciones para regalar o desahogarse; su interés por la historia le brota por los poros, la efusividad se le nota acompañada de la rigurosidad con la que ofrece un dato.
Ataviado con una camisa azul de cuadros holgada en el cuello para hacerle frente al calor matutino, un pantalón negro con una cadena que sobresale a un lado y una gorra que al quitarse descubre la cabellera castaña flanqueado por las canas, Silva comienza a evocar acontecimientos de su vida que se confunden rápidamente con pasajes de la historia que día a día se empeña en investigar: la De La Concepción y sus alrededores, tal como el nombre de uno de sus libros.
Su oficio de cronista se concentra en narrar hechos comprobables, más allá de mitos e historias “folklóricas”, como las llama. Este cronista del municipio al oeste de Maracaibo refiere que sus mayores discusiones son con los historiadores que se basan en leyendas. “En la historia no se puede mentir y por eso, estoy en contra de esos escritores que escriben leyendas y folklorismo como para mantener ocupada a la gente. Alguien en la Academia de Historia me dijo una vez que era necesario y yo le respondí que no”, subraya con determinación.
¿Pero cuándo comenzó la pasión que lo ha llevado a ser conocido por todos los lossadeños como “el cronista”, a secas? Se remonta a su infancia mientras escuchaba a su papá contarle historias del municipio y él se comportaba como un niño preguntón.  

La memoria heredada
Silva nació el 22 de febrero de 1946, es el padre de 6 hijos en los que reconoce, con un dejo de insatisfacción, que no existe interés por sus aficiones: la música, la poesía o su oficio predilecto: la escritura. Situación contraría a la que vivió con su padre, quien le infundió ese afán por investigar el origen de la arquitectura petrolera, los antiguos hatos, las batallas que se libraron en el territorio, la llegada del conquistador Ambrosio Alfinger un 8 de septiembre de 1529. Cuando alguna edificación había dejado de existir, era precisamente su padre quien se la dibujaba y él la acompañaba con una pequeña crónica. “Era para mí el cronista que todo me lo decía”, recita en plena entrevista en honor a ese personaje.
Otros lo motivaron a continuar como cronista una vez que se ausentó por cumplir compromisos vinculados a la docencia. Un allegado, Nemesio Montiel, al comprobar su capacidad de memorizar los acontecimientos, le sugirió que se dedicara a investigar; la misma invitación vino de parte de su amigo de San Francisco, y también cronista, Jesús Cano. El pasatiempo, a partir de allí, sería recorrer el municipio y preguntarle a todo el que veía acerca de sus recuerdos del lugar.
Detalla que la oralidad es su principal recurso de información: “La mayoría de mis fuentes son las entrevistas con las personas que tuvieron vivencias, que vivieron parte de esa historia del municipio, aunque muchas ya murieron”. Mientras habla, un nombre aparece en sus labios, el de su padrino, Aquiles Finol, quien hasta sus 117 años de vida le brindaba datos de las épocas antañas de La Concepción.
“La historia de Lossada no se conocía porque no existíamos como municipio sino que se la anexaban a Maracaibo. Entonces de esta zona rural pocas cosas se conocían”, argumenta para dejar claro por qué apoya sus investigaciones en las conversaciones con los más ancianos.
Para Silva, el obstáculo más recurrente cuando recopila información, aparte de que mucha se ha perdido o se encuentra en otros municipios, está en la timidez de sus entrevistados. “Generalmente la gente se asusta, otros que no quieren dar información porque la tienen reservada. Muchas veces me ha tocado hacer entrevistas y cuando voy a sacar el grabador tengo que esconderlo porque al verlo se asustan”, asegura.
Se muestra intransigente en verificar cada dato, ese paso se lo toma con rigurosidad y por ello corrobora la historia de alguien al preguntarles a otros, si no hay coincidencia, emprende la tarea de dilucidar quién miente. No titubea: “lo más importante es estar seguro de que la persona te está diciendo la verdad”.
Su principal herramienta de trabajo, el grabador, cobra relevancia a la hora de que alguno de sus entrevistados pierda la memoria y le insista que jamás le expresó tal suceso. Otros de sus instrumentos son un cuaderno y una cámara fotográfica, los cuales comenzó a utilizar luego de una temporada guardando todo en su memoria y nada más.

De la inspiración a la picardía
Silva solo necesita que la inspiración baje y lo ampare para que de inmediato empiece a escribir. A veces con un cuatro, redacta poemas y composiciones musicales: décimas o “ramplonadas”, como le dice a aquellas que mueven la risa. Así creó Sueño de un Pintor. “Se refiere a una composición que recoge parte de la historia de Maracaibo pero lo hago metafóricamente y describo que yo estoy pintando algo de la ciudad que me es difícil ver”, y comienza a recitarla, un viaje que va surcando desde el Lago Coquivacoa hasta la Isla de Toas y Zapara, deslumbrado por el Catatumbo y entristecido por no poder divisar el colorido de las piraguas.  
El trajín de Felcinda, también constituye otra de sus obras, todas inéditas ya que señala que no cuenta con el apoyo financiero para publicarlas. Felcinda era una mujer que conoció y le narró su álgida rutina en el campo cada día. Sin embargo, refiere que alguna vez le plagiaron esta composición y la situación lo molestó bastante, tiempo después pudo comprobar su autoría.
Pero, ¿qué lo inspira? “Me inspira las cosas que me pasan: la tristeza, el amor, los agravios que me hacen, a veces quiero componer `fuerte´ para desahogarme sin caer en la ofensa o lo satírico. También me inspira cuando me engañan. Una vez perdí unas elecciones en COPEI y todos los que me traicionaron los metí en la lista”, reconoce distraído, cómo si buscara cada una de sus obras y las ubicara en alguna categoría de inspiración. Incluso, expresa que hasta las peleas domesticas lo motivan a escribir.
La poesía representa para él un apartado reservado cuando anda enamorado, en son pícaro declara su secreto: “generalmente hago una composición y se la dedico a una mujer, pero a toda la que veo le digo: `esa te la hice a ti´”, al terminar de revelarlo, sus mejillas se sonrojan.
En cuanto a libros, ha escrito De la Concepción y sus alrededores, Apuntes para la historia de la Concepción, Decimistas populares de La Concepción: versos y ramplonadas y Crónicas de La Concepción, en su mayoría históricos y que llevan un rigor sagrado. Admite que no escribe si no está seguro de lo que va a decir, si no tiene la información suficiente y si la inspiración no le acompaña. Una vez que se sienta a redactar, pararse por cualquier nimiedad podría significar el estancamiento de la obra. “Tengo muchas cosas así, sin concluir, porque las comienzo y me detengo. Si me siento a escribir una crónica es porque verdaderamente tengo el conocimiento de lo que sucedió y nunca escribo cosas que no sean reales”.
Los libros que más habitúa a tener entre sus manos son acerca de la historia de Maracaibo y de Enrique Bernardo Núñez, el primer cronista oficial de Venezuela y de quien busca constantemente publicaciones para regalársela a sus compañeros de la Asociación Regional de Cronistas. Critica duramente las novelas históricas o la literatura de leyendas y mitos. “La historia no se puede escribir de esa manera porque vas a creer que es verdad”, sentencia.
Un dato por el cual apoya su tesis de prescindir de historias “folklóricas” es la comprobación reciente de que el nombre de Maracaibo no proviene de “Mara-cayó”, alusivo a la derrota del indio Mara, pues no se ha verificado la existencia del personaje basado en una leyenda. “El nombre de Maracaibo, por eso cito a Nectario Boscán Carroz, era el nombre que le puso [Ambrosio] Alfinger y se refiere a ‘marawaibo´, de la lengua indígena, que significa `tierra de la serpiente de cascabel´”.

Riesgos y olvidos
La Sierra de Perijá es un sitio fascinante para “El cronista”. En una ocasión que quiso cruzar el río Socuy para una fotografía y unos paramilitares se lo impidieron. El terror que les infundieron a él y a su equipo de tres personas provocó que uno de ellos se orinara. Eso no lo hizo retroceder, incluso tuvo la osadía de reclamarles el saqueo en la zona.
Recordar aquellos fúsiles no lo paraliza ni desmotiva a la hora de regresar al sitio o continuar con sus investigaciones. Sin embargo, lo desanima la cantidad de material inédito que quisiera publicar. “Me causa tristeza cuando no puedo dar a conocer lo que investigo, cuando no tengo los recursos”, expresa rompiendo el hálito de emoción con el que ha hablado durante la entrevista.
“El trabajo de investigación lo hace uno por pasión, por amor, porque a uno le gustan esas cosas ¾su voz sufre un cambio: se entrecorta y se torna pausada¾ lo más difícil es trabajar sin recursos, sin la presencia de un equipo que a uno lo acompañe, de alguien que lleve el control de todas las investigaciones que uno hace”.
Silva indica que desea dar a conocer todo el material histórico que ha recolectado de Jesús Enrique Lossada porque no quiere que perezca y una de sus misiones como cronista apunta a divulgar esa información, pero sin apoyo, lo ve difícil.
Otro asunto que también lo inquieta es el desinterés de los jóvenes por conocer la historia del municipio y de los medios de comunicación de difundirla y ceder espacios para que los cronistas lo hagan.
“Me preocupa que tenga 70 años y no tenga alguien que me sustituya”, reconoce desalentado. Acto seguido, recobra el ímpetu al mencionar que le regalaron un libro digital escrito en castellano antiguo acerca de los primeros terrenos de La Concepción. Lo expresa como si aquello fuera una joya exquisita y en ese momento veo como el niño preguntón reaparece.
                                                                                                     ©Jhoandry Suárez

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