Kelly sale de la penumbra

He decidido tomar esta crónica del repertorio de García Márquez por una sencilla razón: la escribió “Cuando era feliz e indocumentado” como un reportero en Venezuela.

Entre la multitud que se doraba al sol en la playa de Los Caracas, el domingo 19 de enero, nadie reconoció a Patricio Kelly, el líder de la Alianza Revolucionaria
Argentina, que en septiembre del año pasado se fugó disfrazado de mujer de la penitenciaría de Chile. Después del baño, vestido con un negro traje de alpaca demasiado bien hecho, demasiado intachable para pasar inadvertido, bailó por espacio de tres horas con la dama que lo acompañó durante todo el domingo. Muchos de quienes se encontraban en el salón habían visto su fotografía en las últimas 72 horas. Pero nadie lo reconoció.
Patricio Kelly y su misteriosa acompañante regresaron a Caracas al atardecer, a bordo de un Chevrolet azul celeste, demasiado nuevo, demasiado intachable  para pasar inadvertido. Kelly estaba al volante. Se abrió paso con una habilidad muy prudente, pero al mismo tiempo muy decidida a través del embotellamiento dominical. Su manera de orientarse era la de un conductor que conoce la ciudad minuciosamente. Esa noche tomó un aperitivo en el "Gran Café", en Sabana Grande.
El camarero se dirigió a él por su nombre: "Señor Kelly". A pesar de eso, tampoco él lo reconoció. Para el camarero no existía ninguna relación entre ese desenvuelto, simpático y generoso señor Kelly que toma whisky con soda al atardecer, y el intrépido protagonista de la fuga cinematográfica que hace cuatro meses provocó una explosión de titulares y fotografías en la prensa de América.
Patricio Kelly no ha cambiado de nombre en Caracas. No se ha escondido ni disfrazado. Ha llevado la vida normal de un hombre que conoce la ciudad por haber estado en ella en ocasiones anteriores. Estuvo en el "Cinerama". Ha comido en los restaurantes más concurridos, ha ido al cine hasta tres veces por semana e incluso ha frecuentado el mismo bar, todos los días a la misma hora, donde se ha familiarizado con los programas de televisión. El último sábado, a las 5.30, se mezcló a la multitud de los almacenes para comprar algunas cosas que faltaban a su apartamento. En varias ocasiones ha sido presentado con su nombre completo. Ha conversado ocasionalmente con hombres y mujeres que —por lo menos algunos de ellos y por lo menos alguna vez— habían visto su fotografía en los periódicos.
Nunca había sido identificado. Nadie habría podido imaginarse que un hombre perseguido por varios  gobiernos, fugitivo de 13 cárceles, amenazado de muerte en su país después de que fue depuesto el gobierno de Perón y buscado ansiosamente por los periodistas de América, se atrevería a pasar una noche de sábado en la pista de baile del Hotel Tamanaco. Kelly ha estado allí varias veces, protegido por el hecho cierto y comprobado de que nadie lo habría creído tan audaz.

Continúa…                                                  

Cuando era feliz e indocumentado, (1959), Gabriel García Márquez.


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