El sentido menos común

El sentido común es una intuición colectiva que nos previene de cometer tonterías o actos censurables. Sin embargo, lo peor de trasgredir este artilugio de la razón es hacerlo frente a unas cámaras de televisión y así, dejar claro que todavía se puede “meter más la pata”.
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Un pasillo solitario, sea cual fuere, siempre trae consigo una imagen de terror. Aunque el pasillo posea una diáfana iluminación, solo por estar despoblado, cuelga un nudo en la garganta. Los pasos se aminoran. La sospecha atiza con agudeza. Los sonidos ínfimos cobran un eco paralizante. Mirar hacía atrás es audacia pura. Nadie quiere pasar por un pasillo solitario.
Este preámbulo me da pie para esgrimir lo que indica el sentido común. Pero, como he mencionado, el sentido común puede transgredirse.
Hace un mes, un amigo se encontraba solo en uno de los pasillos de su facultad. Estudiaba. Escuchaba música. Disfrutaba del silencio. Al extremo del pasillo, unos compañeros que conversaban le brindaban cierta seguridad. Un hombre caminó delante de él. Se dirigía al final. Hablaba por teléfono, al parecer con su papá.
Música. Algebra. Silencio. De repente, el pasillo cobró ese espectro de terror. No hicieron falta ruidos inexplicables, tan solo bastó la imagen frente a él de una pistola en la cintura del reciente transeúnte. Con la franela levantada hasta el punto de mostrar el arma, el hombre procedió con el atraco. Mientras tanto, seguía con la conversación telefónica. Acto seguido, un apretón de manos para disimular. “Aquí no ha pasado nada”, fue su mirada.
Música. Algebra. Silencio. Sin teléfono. Estupefacto. Todo, por no seguir el sentido común, parecido más a un sentido de supervivencia.
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“Hueco”, en esa palabra resuena las declaraciones de Roy Chaderton. Pareciera que las hubiese pronunciado con una inocencia cándida. “Ups, se me chispoteó”, sería una etiqueta al estilo mexicano. En contraste con lo que se asumiría, no meditó el verdadero peso de sus palabras.  
Él es la representación de todo un país ante los demás. Pero, más bien da la impresión de ser el representante de la nada. Habla de francotiradores con la ligereza que nadie le concedió, en lugar de diálogos diplomáticos.
“Y es que, aun más allá de lo que diga, cuando el canciller habla en público o declara ante la televisión, siempre se produce un raro cortocircuito (…) Chaderton es así. Vive en constante desencuentro con su imagen. Ensaya un chiste pero le suena una cortesía de velorio”, reseñó alguna vez Alberto Barrera Tyszka. Su artículo data de tiempo atrás, como los desaciertos del diplomático.
Para callar la indignación, Chaderton solamente señaló que su comentario sobre los opositores lo hizo con "humor negro" y fue un "error".
Vieron, puro sentido común.
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Donde hay cola, hay algo y donde hay algo, hay precios regulados y donde hay precios justos, hay contrabandistas de mercancía y donde están ellos, el sentido común es llegar primero para alcanzar algo.
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No es recomendable establecer comparaciones entre los personajes de una película y personas prominentes y mucho menos, hacerlo en lugares marcados por una historia de racismo. Quizás este detalle se le escapó de las manos a Rodner Figueroa. Y así, al tiempo que descubría su error, le llegaba a esas mismas manos la carta de despido.
Las excusas no valen. Las bromas con matices tampoco son una recomendación televisiva para el sentido común del público y la Casa Blanca.
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Pensar y proceder como lo haría la mayoría de la gente también tiene sus desventajas porque ¿dónde queda la autenticidad? Por ello, el sentido común esta tan impregnado de las propias valoraciones que sus linderos son difusos. Y así, el sentido común es una partitura entre tantas.
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Un simple cálculo aritmético permite comprender la diferencia de fuerzas entre Estados Unidos y Venezuela, ¿o no? Acaso prescindo de la intercesión del Comandante. Si es así, discúlpenme.
Por un lado, ejercicios militares para mostrar un “escudo antimperialista” y por otro, un Presidente que desea poderes especiales, Ley Habilitante, para combatir. Todo es el andamiaje para sostener su capacidad histriónica. Para mostrarse victima. Para seguir evadiendo las responsabilidades de su país.
Aunque Venezuela es considerada una amenaza, más preocupa las amenazas que sufren los propios venezolanos: la noche irrumpida por la inseguridad, la inflación y su constelación de precios, la corrupción de funcionarios destapada en otras latitudes, las políticas basadas en el “Dios proveerá”.
Esta alharaca, como lo fueron las anteriores, es tan solo un capitulo repetido a petición. Aunque, tampoco estaría mal salir de la lista estadounidense, tanta atención militar de aquel lado incomoda.
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Sugerencia: nunca se embarque sobre un nuevo día sin una dosis de sentido común, eso quizá lo librará de un robo, de decir algo indebido y de perder rating.


©Jhoandry Suárez

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