Charlie, a secas
Charlie, es un venezolano más. Su nombre no tiene ápice
de criollo, se lo colocó su madre por recordar en aquel momento al protagonista
de una película. Entonces, Charlie es venezolano y es la imagen del amor
platónico cinematográfico de su madre.
Hace unos días, Charlie se enteró de que cientos de personas decían ser él: je suis Charlie (yo soy Charlie). La frase en sí, traía una polémica, un dilema para plegarse a ella. Enterado del atentado en la capital francesa, Charlie cuestionó la pertinencia de las caricaturas de la revista Charlie Hebdo. La ofensa presente en sus imágenes fue el gatillo para los atacantes. No obstante, reconocía la diferencia de fuerzas entre una opinión y unas balas desparramadas. El fundamentalismo, solo ese extremo de la religión islámica, había provocado el deceso de 12 personas. Pero seguía para él un punto de inflexión: ¿hubo provocación por parte del medio de comunicación?
Mientras los medios cubrían con toda atención París,
Charlie haciendo zapping, se enteró
de otro acontecimiento con el mismo punto de partida: el fundamentalismo. Esta
vez, a kilómetros de la tierra gala, en Nigeria.
El Boko Haram, un grupo extremista islámico, era el
autor de un atentado en la entrada de un mercado de Maiduguri. La portadora del
atentado: una niña de 10 años con explosivos. Se contabilizaron 20 muertos. Sin
embargo, es incontable la cantidad de nigerianos asesinados por el grupo
terrorista en los últimos meses. En Francia se convoca marchas en solidaridad a
Charlie Hebdo y en Nigeria se busca diariamente marchar fuera del país, huir
del mismo fundamentalismo.
En otra latitud, en su patria, le surgía otra
interrogante: ¿Quién habría convocado un supuesto paro nacional para inicio de
semana? Organizaciones políticas de oposición se deslindaron del llamado. La
información circulaba tras bambalinas de las informaciones oficiales de los
noticieros. Solo las redes sociales daban cuenta de la invitación. Preveía que
otro paro no le caería bien a la economía. Al contrario, solo el trabajo
contribuiría.
No obviaba tampoco que estaba aburrido de ver tantas
colas, de tener que hacer colas, de que cada producto que le faltase se
convirtiera en un dolor de cabeza y horas de sofocación y hastío. No era el
único, ahora con más recurrencia el tema se infiltraba en las conversaciones
con sus amigos. Las colas eran campo de exculpación: “culpa del Gobierno”,
“culpa de la oposición”. Faltaba que el afectado, también fuese el culpable:
“culpa del usuario por comprar (sin acaparamiento, sin nerviosismo, simplemente
por comprar)”. Comenzaba a aburrirse de estar aburrido de lo mismo. Pero, estaba
seguro que un paro no significaba la solución.
Solución, esa era la palabra anhelada por el
Presidente en su gira. Desde el Kremlin (Rusia) esperaba encontrar un atisbo de
luz para reflotar los precios del crudo, ahora, el Medio Oriente lo recibía
para discutir cómo se vuelve a la cifra dorada de 100 dólares. Si bien, su
primera parada fue en China, allí no tocó ese punto, sino que firmó más
créditos para endeudar un país, para endeudar más a Charlie. Aún las
declaraciones del Presidente en el exterior no le daban alivio, no estribaban
en la palabra solución.
Este personaje narrado contaba con otra particularidad:
era Charlie, a secas, sin segundo nombre que le siguiera, una situación difícil
de explicar para él, tan difícil como entender ¿por qué el fundamentalismo ya
lleva dos atentados a la prensa: el asesinato de James Foley y el ataque a
Charlie Hebdo? ¿Cómo Nigeria no encuentra salida de la violencia de Boko Haram?
¿Un paro en qué remediará la situación de un país? ¿Dónde hay cola para el
champú? ¿Cuántos países más visitará el Presidente para buscar resolver la
situación del petróleo? ¿Su esposa pensará en nombrar a su hijo como aquel
protagonista amado por ella?
©Jhoandry
Suárez
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