Lecciones de abismos
Dedicado a quienes aman
en medio las crisis o problemas, a quienes deciden lanzarse a amar,
antes de terminar cayendo en la desesperanza o la tristeza.
antes de terminar cayendo en la desesperanza o la tristeza.
El
amor es un abismo peligroso. Por abismo no quiero decir que sea un abismo a la nada
porque se presenta como el abismo hacia algo: nosotros mismos, la intimidad con
otra persona, una nueva perspectiva de lo que nos acontece. Si no caemos en él,
entonces flirteamos con la incertidumbre y la emoción que nos produce acercamos
a este precipicio; como si estuviésemos parados al borde de una gran caída
libre donde la adrenalina empuja a saltar y el sentido de supervivencia bloquea
la disposición de dar el paso al vacío. Una dicotomía que interactúa, lucha, y
nos hace sentir vivos.
¿Y
si no para qué amamos? Solo para sentir vida. Porque el amor intensifica todas
las emociones, las lleva a un punto que se convierten en un escudo frente a la realidad
que golpea al presente con una piedrita para fastidiar. En este abismo nos sentimos
protegidos y, aunque nos tiendan una soga para regresar a la superficie,
preferimos quedarnos allí, abrazados al momento y esperando que en la
superficie la vida cambie de máscara.
En
este abismo descubrimos las caricias que somos capaces de dar, navegamos una y
otra vez en la mirada de quien nos ama, nos inventamos y reinventamos
mutuamente. Comprendemos que fue también una caída del pedestal de
nuestros orgullos y juicios.
Podemos
preferir, claro está, quedarnos bien plantados en suelo firme, con nuestra
realidad, nuestras certezas y prejuicios prendados al cuello; sin experimentar
la dicotomía de la que hablaba al principio. Sin embargo, corremos un riesgo
mayor: que aparezcan abismos como el de la soledad, la tristeza o peor aún, la
desesperanza. Frente a ellos, a pesar de que suene más peligroso aún, luce como
mejor opción el vértigo de amar.
Jhoandry Suárez©
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