Periodistas y semáforos

Esto permaneció en mi subconsciente, rondando
como una premisa que debemos tener los periodistas: ser mediadores para
arreglar semáforos, es decir, para ayudar a resolver los problemas cotidianos
que afectan a los ciudadanos, que día a día se agravan porque las protestas
agotan su voz y no encuentran megáfono, porque los responsables siguen escondiéndose
hasta que el tema se olvida, porque todos los días surgen reclamos que acaban
silenciados por la vorágine informativa.
Entonces, la urbanización con una semana sin
agua, continúa ahora con dos; las familias a quienes les prometieron una
reubicación, siguen en hogares improvisados; el hombre desaparecido hace 24
horas, está todavía en la penumbra luego de 48. Hasta que aparece un reportero
y sale a la calle. Prendado de equipos básicos: libreta, cámara y teléfono, empieza
la verdadera labor periodística: sentir, oler, palpar, escuchar, observar,
entrar en una realidad.
Cuando regresa, escribe las historias que
están detrás de los acontecimientos y ocurre el milagro que solo los
periodistas pueden obrar: escasez de agua adquiere el rostro de Marta; una
familia que vaga, el apellido Morales; un hombre desaparecido, el nombre de
Arturo Manrique. Dejan de ser problemas aislados, para ser problemas revelados
a partir del simple hecho de conocerlos en personas.
¿Qué facultad extraordinaria se muestra
aquí? Ninguna, porque los periodistas no la tienen. Lo único que poseen a su
favor es una pluma acuciosa y crítica, un lente que está justo en el lugar
indicado, una red social en la que reportan minuto a minuto lo que pocos quieren
que se sepa. Su verdadera facultad extraordinaria está en su curiosidad.
No es una lucha del periodismo contra el
Poder, sea cual fuese este; sino una lucha del periodismo en favor de quienes
oprime y humilla el Poder. Aunque suene romántico, esta es la médula espinal de
la profesión, el mantra que se debe repetir en cada facultad y una pequeña
verdad absoluta.
Sin embargo, debo reconocer que existe una
contaminación que ha amañado lo anterior y es el culto a la imagen, propiciado
desde la publicidad. Las aspiraciones de muchos es tan solo aparecer en un
televisor, ser el rostro bonito del noticiero, la cara que reconozcan en
cualquier rincón. Y en lugar de comunicación social practican un monólogo
narcisista. Tristeza en vivo y directo. Esto también puede ocurrir desde una
sala de redacción, desde un portal virtual. El hecho pasa a ser secundario, el
periodista se convierte en la noticia. Sin dudas que esto amenaza a la
profesión desde lo interno, sin mencionar otros factores externos.
¿Los medios también ostentan un poder? Claro ¿Qué los
periodistas deben responder a unos intereses? Tal vez ¿Qué de acuerdo a la
línea editorial del medio se muestran ciertas noticias? Quizá. Estas no son las
disyuntivas que deben paralizar el ejercicio profesional, a pesar de que sean
importantes y con frecuencia utilizadas por quienes pretenden desvirtuar el
papel de los medios en una sociedad. La verdadera pregunta que cada periodista
debe tener presente a la hora de dormir es: ¿cuántos semáforos arreglaron hoy
gracias a mí?
©Jhoandry
Suárez
Te felicito Jhoandry Suárez, tienes una manera muy perfecta de plasmar tu conocimiento en artículos muy interesantes... deberían aparecer en revistas, diarios informativos, u otros. Pero tu ingenio y habilidades se que pronto te llevarán a eso y hasta más. Excelente trabajo
ResponderEliminarGracias, Eva, por tu comentario y deseos. Me gustaría que esta reflexión llegara a lo más hondo de cada uno de los antiguos y nuevos periodistas, los tiempos cambian pero la profesión debe mantener su esencia.
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