Paradojas
De la pluma de Eduardo Galeano.
Si la contradicción
es el pulmón de la historia, la paradoja ha de ser, se me ocurre, el espejo que
la historia usa para tomarnos el pelo.
Ni el propio hijo de
Dios se salvó de la paradoja. Él eligió para nacer, un desierto subtropical
donde jamás ha nevado, pero la nieve se convirtió en un símbolo universal de la
navidad desde que Europa decidió europear a Jesús. Y para más inri, el
nacimiento de Jesús es, hoy por hoy, el negocio que más dinero da a los
mercaderes que Jesús había expulsado del templo.
Napoleón Bonaparte,
el más francés de los franceses, no era francés. No era ruso José Stalin, el
más ruso de los rusos; y el más alemán de los alemanes, Adolfo Hitler había
nacido en Austria. Margherita Sarfatti, la mujer más amada por el antisemita
Mussolini, era judía. José Carlos Mariátegui, el más marxista de los marxistas
latinoamericanos, creía fervorosamente en Dios. El Che Guevara había sido
declarado completamente inepto para la vida militar por el ejército argentino.
De manos de un
escultor llamado Aleijadinho, que era el más feo de los brasileños, nacieron
las más altas hermosuras del Brasil. Los negros norteamericanos, los más
oprimidos, crearon el jazz, que es la más libre de las músicas. En el encierro
de la cárcel fue concebido Don Quijote, el más andante de los caballeros. Y
para colmo de paradojas, Don Quijote nunca dijo su frase más célebre. Nunca
dijo: "ladran sancho, señal que cabalgamos".
"Te noto
nerviosa", dice el histérico. "Te odio", dice la enamorada.
"No habrá devaluación" dice, en vísperas de devaluación, el ministro
de Economía. "Los militares respetan la Constitución", dice en
vísperas del golpe de estado el ministro de Defensa.
En su guerra contra
la revolución sandinista, el gobierno de los Estados Unidos coincidía,
paradójicamente con el Partido Comunista de Nicaragua. Y paradójicas habían
sido, al fin y al cabo, las barricadas sandinistas durante la dictadura de
Somoza: las barricadas que cerraban la calle, abrían el camino.
Eduardo
Galeano, 1989, El libro de los abrazos.
Crédito de imagen: revistaexarchia.org
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