Los nuestros/ 2
El auto avanzaba por una senda en su afán de
conseguir uno de esos productos tan excelsos llamados “regulados”. Una racha de
4 “no hay” seguía invicta y el desaliento se espiraba por la ventanilla. En
algún recóndito lugar seguro había alguna tienda, que exenta del control
gubernamental y de sus amenazas de cierre, tendría lo que buscaban insólitamente
a precio Dolar Today.
“¿Ya tienes pasaporte?” irrumpió el silencio. La voz era de una señora
sentada en el asiento posterior. La respuesta le pertenecía a un joven que iba
con ella.
¾Si, claro¾ respondió con desdeño.
¾¡Entonces!,
¿Qué esperas para irte?¾ la interrogante
olía a acusación, a un imperativo: “tienes que salir de aquí”. El tiempo de búsqueda
desembocaba en una incomoda discusión dilemática de irse o no irse. Él preferiría
ignorar en aquel momento el tema, la recurrencia de exponer argumentos para
quedarse le hastiaba, algunos de ellos se fundamentaban en lo sentimental.
Entonces, el contraste de razones consistía en sentimientos contra lo mínimo
del salario.
¾Estoy
esperando graduarme, pero no pienso emigrar¾ señaló. Sin
embargo, con la convicción de que ya su interlocutora preparaba una replica,
añadió deprisa: ¾no por los
momentos.
La mujer soltó una risa escandalosa como una burla
limpia a los crédulos de que la situación mejoraría, su estridencia fue el
preludio de las palabras que seguirían: ¾ ¡Y tú que
eres? ¿Chavista, ahora?
De más estaba afirmarlo o negarlo para él, en aquel
prejuicio solo cabía una formula: nadie puede seguir esperanzado en este país
si no es oficialista. Los nuestros perdían la fe.
©Jhoandry Suárez
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