Habana, noticias del crepusculo

(Fragmento)
Hay dos Cubas: la del turista y la del cubano. Y en ambas, paradójicamente, reina el dólar. Es, para qué negarlo, la moneda oficial y la clandestina. No hay otra salida, necesitan desesperadamente alguna entrada de divisas. El dólar se ha convertido en una ansiedad para el cubano, no es legal poseerlo pero igual se negocia con él en el mercado negro, y por eso un técnico medio en Ingeniería Naval sólo puede sobrevivir vendiendo habanos, ron y las célebres pastillas para el colesterol (las PPG). Es la más grande de las paradojas de la revolución: la guerra en contra del imperialismo, pero se necesita del dólar, justamente del dólar. A tal punto llega el contrasentido que los “textos antimperialistas” de José Martí sólo se pueden comprar con la moneda de los “imperialistas”. Una ironía de crueles resonancias.
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No hay mayor duda de que el mayor atractivo turístico de la isla es, actualmente, la revolución. La gente va a ver, con explícita curiosidad, cómo se vie en un país socialista, cómo es la ropa, la comida, la alegría y la tristeza socialistas. Todos preguntan si es cierto que Fidel está en todas partes y en ninguna, si es verdad que juega básquet solitariamente a las cuatro de las madrugada, si alguno ha tenido su barba a tres metros (de idolatría o de odio, según se vea). Quieren comprobar si todos se llaman “compañeros” entre sí, constatar si sus índices de salud, educación y seguridad social son ciertos, descubrir por qué sus músicos y deportistas son los mejores, saber si hay privilegios en qué casa viven “los del partido”, qué come Silvio Rodríguez, cuál es la verdad de Raúl Castro, en fin, eso subyuga más que las playas legendariamente blancas y los pueblos coloniales. Quieren ver con sus propios ojos la libreta de racionamiento, las colas, el sacrificio entero de un pueblo que cada vez parece tener más recóndito el tiempo de la cosecha.
Las vallas publicitarias no postulan las bondades de un carro, un cigarro o un whisky, están encargadas de algo más perentorio, mantener a como dé lugar la moral revolucionaria: “Yo me quedo”; “Esta tierra es 100% cubana”; “Revolución sí”; “Es tiempo de firmeza”; el reactualizado “Patria o Muerte”; y la más retadora de todas que está frente a la embajada americana y reza: “Señores imperialistas, no les tenemos absolutamente ningún miedo”. Unas cuantas cuadras más allá, se yergue la imponente embajada soviética, desmantelada por un obvio apenas estrenado, llena de ecos, íngrima como una alergia.
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En estos días de finales de mayo, los crepúsculos de mayo, los crepúsculos son abrumadoramente largos, como si el día no tuviera relevo como si hubiera un para siempre en la tarde. A las nueve de la noche el sol por fin se sumerge en el mar. Y uno sucumbe a la tentación de hacer analogía y de pensar que en este momento Cuba es eso: un largo crepúsculo, un final de algo.
(1992)

Leonardo Padrón

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