Furor intermitente

Las redes sociales estallan, retienen todo la reacción de un país, contienen las retoricas instantáneas frente a un suceso. Nadie se queda sin decir nada, llueven los hashtag, se posiciona la indignación en los trending topics, se pide paz, se proclama paz, se usa un hecho como bandera para exigir tranquilidad. Crece la avalancha de, mínimo, 140 caracteres. Se multiplican las voces que aúpan ideales incandescentes. La inconformidad queda relegada, las exigencias van y vienen. Pero… un momento, de repente, se apaga la incandescencia, el bullicio va disuadiéndose, ya quedan pocos hablando, indignándose. Fin. Acabo el furor. Las redes sociales regresan a su pasividad cotidiana, la banalidad vuelve como imperativo. Algo estuvo mal. Tantos ideales y murieron sin pena ni gloria. Quizás el furor no tiene traductor en la realidad, alguien que lo transmute en pisadas en el asfalto. Tantas buenas intenciones, pero hay carencia de voluntad en la urbe. Entonces, ¿qué es todo eso? Pues sencillo: simple furor. Furor 2.0. Todos quieren decir algo, dicen algo, vituperan algo, celebran algo, destruyen algo, alaban algo; mas pocos son los que asumen el reto de actuar y exceder los 140 caracteres en la calle.
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“Ay mija viene el aumento de la gasolina”. “Yo si estoy de acuerdo con que la aumenten”. “No, esta bien que la aumenten, pero va AUMENTAR TODO”. “Ay mija si va a aumentar todo –la sentencia repetida cada vez que se llega al tema de la gasolina-”. “Bueno, ahora si viene lo bueno”. “Maginate si antes no se podía comer”. “Algo tiene que pasar”. “La verdad que sí” “Por cierto, supiste lo de la compadre” “No mija, qué le pasó…”.
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“Reunión con todos los gobernadores”, es la invitación temeraria lanzada y que sugiere una policromía desafinante. El tema es urgente: la seguridad. Asisten los gobernadores, sientan sus buenas intenciones, la colocan a la orden del Presidente. Hay voluntad de arreglar todo. Hay voluntad de paliar un tanto las diferencias. La vehemencia con que se procede dispara las expectativas. El frenesí del momento coloca todos los ojos en los resultados próximos. Al fin de cuentas, ¿Quién dijo que el Poder no puede tener un instante de furor?
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Marcos lleva cuatro años en la Universidad del Zulia. Este debería ser su octavo semestre; sin embargo, apenas sus cálculos y materias alcanzan para el quinto. Es decir, esta atrasado. Pero no porque Marcos haya preferido el ocio a estudiar, sino porque entre los paros de rigor y la burocracia institucional, el futuro distiende su llegada.
A Marcos la costumbre le ha dopado su enardecimiento ante la suspensión intempestiva de clases, le ha borrado cualquier pizca de reacción frente a la amenaza de “si no nos pagan, cerramos los portones”. En él no hay intención de exigir futuro. Por eso, en los últimos meses, ha optado por dejar de añorar la toga y esperar tranquilo a que, por vigésima vez, anuncien el cese de un paro.
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Al terminar estos relatos breves de un país, veo claramente la dicotomía entre el pensar y hacer. Aunque, lo que más me llama la atención es darme cuenta como el acostumbramiento resulta campante después del furor, ¿será que la intermitencia alcanza para vivir bien? 


2 comentarios:

  1. Deja tu comentario de que tal te pareció mi articulo. Pero sobre todo, si tienes una idea, no la resignes a este mundo virtual, ponla en practica!

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  2. Una vez más EXCELENTE amigo mío, simplemente EXCELENTE!!!

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