Un cuento mal contado
De la pluma de: Lulu Gímenez Saldivia.
Tantos detalles inexplicables rodean la muerte de uno de los hombres más poderosos de la tierra, el emperador Julio Cesar. Lo más desconcertante es lo antojadizo de las circunstancias, como si todo fuera un cuento mal contado.
Uno de los misterios más insondables de la historia universal es el
que rodea el asesinato de quien fuera, en los tiempos de la Roma Imperial y “eterna”,
el hombre más poderoso de la Tierra, Julio César, quien tenía tantos enemigos
como honores y títulos; por lo tanto, los motivos de su asesinato no son del
todo claros. […]
Con varios motivos o ninguno en particular, Casio [un senador
disgustado con Cesar] y Bruto [hijo de una amante del emperador] encabezaron la
última y definitiva conspiración, y, el 15 de marzo del año 44 a.C, convocaron
a Julio Cesar a una sesión del Senado, con la expresa intención de darle
muerte.
Una serie de detalles inexplicables rodean al hecho: en primer lugar,
un adivino muy famoso en Roma, de nombre Espurina, ya le había dicho que se
cuidara de los “idus de marzo”, que correspondían al día 15 de ese mes, pero él
hizo caso omiso de esas predicciones, rumores y circunstancias
Al amanecer del día señalado, su mujer, Calpurnia, le advirtió que había
soñado su muerte y trató de disuadirlo de que se quedara en casa, mas también la
desoyó. No sólo eso, al mejor estilo de Santiago Nasar, en “Crónica de una
muerte anunciada”, de Gabriel García Márquez, Julio Cesar despidió a sus
lictores (ministros de justicia) y se fue caminando solito, como cualquier hijo
de vecina, hacia la Curia Pompeyana, donde se reunía el Senado. Más aún: cuando
llegó allí, uno de los senadores lo detuvo en la puerta y le entregó un rollo
de pergamino, en el cual estaban escritos los nombres de los 32 confabuladores
que iban a apuñalarlo, pero Cesar desoyó los ruegos de que lo leyera antes de
entrar, alegando que no tenia tiempo. Más fácil no pudo salir todo, como si se
tratará de una representación teatral; cada quien jugó el papel que le
correspondía y entre varios lograron asestarle 23 puñaladas. El poderosísimo
sólo tuvo un instante para recriminarle a Bruto (“¿Tú también hijo mío?”) y para
taparse el rostro con la toga, a fin de que sus asesinos no vieran su rostro
mientras moría. Por allí cerquita andaba el celebre Marco Antonio,
lugarteniente de César, pero estaba entretenido contando anécdotas y “no se dio
cuenta” de lo que ocurría, por lo que se sospecha que fue parte de la movida, aunque
nadie lo señalo y no hay pruebas definitivas para acusarlo; él termino siendo, además,
el vengador final de Cesar. Aunque la muchedumbre enardecida quemó el cadáver
del emperador, años después se erigió, en ese mismo lugar, el templo de Divius
Julius, en honor y memoria de Julio Cesar, quién fue proclamado dios.
Tantas veleidades* juntas confunden y amedrentan, y hasta nos imponen a pensar en el sinsentido de la historia, como si se tratara de un cuento mal contado.
Tantas veleidades* juntas confunden y amedrentan, y hasta nos imponen a pensar en el sinsentido de la historia, como si se tratara de un cuento mal contado.
Por cierto, que los “idus” para los romanos, eran aquellos días muy
favorables de los diferentes meses; en marzo y mayo, correspondía al día 15,
mientras que el resto de los meses era el día 13, sin importar si éste caía
viernes o martes.
*voluntad antojadisima
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