Los cínicos no sirven para este oficio

En una profesión plagada de mercaderes de la información, Kapuscinski es claro y dice que en ella no caben los cínicos. El buen periodismo tiene que ver con ser un buen hombre o una buena mujer. Lo demás, viene por empatía.

Para los periodistas que trabajamos con las personas, que intentamos comprender sus historias, que tenemos que explorar y que investigar, la experiencia personal es, naturalmente, fundamental. La fuente principal de nuestro conocimiento  son “los otros”. Los otros son los que nos dirigen, nos dan sus opiniones, interpretan para nosotros el mundo que intentamos comprender y describir.
No hay periodismo posible al margen de la relación con otros seres humanos. La relación con los seres humanos es el elemento imprescindible de nuestro trabajo. En nuestra profesión es indispensable tener nociones de psicología, hay que saberse cómo dirigirse a los demás, cómo tratar con ellos y comprenderlos.
Creo que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buen hombre o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas.  Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino. Es una cualidad que en psicología se denomina “empatía”. Mediante la empatía se puede comprender el carácter del propio interlocutor y compartir de forma natural y sincera el destino y los problemas de los demás.
En este sentido, el único modo correcto de hacer nuestro trabajo es desaparecer, olvidarnos de nuestra existencia. Existimos solamente como individuos que existen para los demás, que comparten con ellos sus problemas e intentan resolverlos, o al menos describirlos.
El verdadero periodismo es intencional, a saber: aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún tipo de cambio. No hay otro periodismo posible.  Hablo, obviamente, del buen periodismo.


Los cínicos no sirven para este oficio (2000), Ryszard Kapuscinski. Editorial Anagrama

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