Las universidad todavía inspira

La autorrealización profesional aún figura como el primer motivo de titularse

Pese a la crisis económica, la falta de oportunidades laborales y los grandes ingresos que alguien podría obtener en el mercado informal, el estudiante sigue con la meta clara de convertirse en un profesional de la República.

Se solicita Licenciado en Contaduría o Administración, con experiencia mínima de tres años, con automóvil propio, disponibilidad inmediata; ofrecemos: sueldo mínimo y beneficios de la ley. Buscamos taxistas, ganancia promedio 15.000 bolívares semanales, único requisito: poseer documentación en regla del vehículo. Cotidianamente, esta realidad prueba a los universitarios y su perseverancia para proseguir y culminar una carrera. Para enfrentarla, tan solo cuentan con un recurso académico: la convicción de querer profesionalizarse.
Adicionalmente, los estudiantes sobrellevan la intermitencia de actividades académicas, en el caso de las universidades autónomas, la delincuencia en los campus universitarios, el aumento de la tarifa de transporte público, incluso de las fotocopias.
Ricardo Gómez, estudiante del primer semestre de Comunicación Social en la Universidad del Zulia (LUZ), tiene 23 años recién cumplidos y esperó cuatro semestres, aproximadamente dos años, sin contar suspensión de clases, para que le aprobaran el cambio en la Facultad de Ciencias. La vocación por el periodismo mantuvo su optimismo mientras esperaba el ansiado traslado.
Menciona que lo único capaz de desmotivarlo un poco fueron los paros que le hicieron perder bastante tiempo y por esa razón consideró comenzar en otra universidad, pero nunca  dejar de estudiar.
En él se refleja el tesón de muchos estudiantes de seguir un sueño. Gómez defiende la profesionalización al referir que no es lo mismo aprender con “marañitas”, trabajos informales, que en una universidad. Asevera que, a pesar de todos los inconvenientes por lo que pasó y el panorama actual del país, aún vale la pena estudiar.
El mismo ímpetu se ve reflejado en Diana Pírela de 18 años y quien estudia en la Universidad Rafael Belloso Chacín (URBE) el cuarto trimestre de Contaduría. A su parecer, el país necesita un cambio que solo producirán los jóvenes que se dediquen a estudiar.
Por su parte, Lenin Parra, de 19 años y estudiante de Educación mención Deportes, argumenta que su principal motivación para graduarse está en entregarle un título a su madre; además, revela su secreto para mantenerse concentrado en esa meta: “ahora que la gente quiere emigrar, me mentalizo en esos puestos vacantes que quedan y que nosotros podremos ocupar si permanecemos en el país”.


Superarse
El psicólogo estadounidense Abraham Maslow, en su conocida pirámide de motivaciones, ubicaba la autorrealización en el nivel más alto, por encima de las necesidades fisiológicas, de seguridad y sociales. La describía como una búsqueda personal de desarrollar el propio potencial, de hacer aquello para lo cual se tiene mejores aptitudes.
A juicio de la exdirectora de Centro de Orientación de la Facultad de Humanidades de LUZ, María Dolores Delgado, los jóvenes siguen viendo en la profesionalización una vía para el bienestar. “En la universidad uno nota que todavía prevalece la necesidad de autorrealización, de sentirse profesional en el área que le gusta, más allá del dinero. Todavía ser profesional es inspirador para el estudiante”, subraya.
 Sin embargo, también comenta que nos encontramos frente a una sociedad en la que implícitamente se le dice al joven que tiene mayores oportunidades de ganar dinero sin titularse en una casa de estudio.

Al respecto, la socióloga y profesora de Psicología Social en LUZ, Ninoska Espinoza, sostiene que esa situación promueve el desinterés estudiantil. “Muchas veces el estudiante piensa: ‘para qué voy a tener un título o para qué voy a la universidad si cuando egrese no voy a tener dónde ejercer o sino me van a pagar muy mal’”.
Explica que el factor económico ha invadido todas las áreas de los venezolanos y esto lleva a los jóvenes a sustituir los estudios por el trabajo. Lo más afectados por este fenómeno están en los estratos medios y bajos de la sociedad. “Nosotros teníamos mucha plantilla de estudiantes que pertenecían a la clase baja pero que se han desplazado hacía el llamado  ‘bachaqueo’ (contrabando de extracción) o hacía la economía informal”, destaca.
Para Brenda Salazar de 21 años, cursante del cuarto año de Derecho en LUZ, las perspectivas laborales de un estudiante resultan poco favorables pues muchos se gradúan y no tienen la oportunidad de ejercer su profesión.
Así mismo, al evaluar este panorama, Belén Salas, estudiante de 21 años de Comunicación Social en LUZ, decidió abandonar los estudios; sin embargo, los retomó recientemente debido a la motivación que le produjo el triunfo de la oposición en las parlamentarias.

Sobra motivación, falta compromiso
Según Delgado, también profesora de Orientación en LUZ, el sector universitario atraviesa más por una falta de compromiso estudiantil que por una apatía al estudio. “Te puede decir que en mi experiencia de 16 años dando clases, veo que existe menos compromiso del estudiante con su carrera, no tienen la misma motivación e interés de entregar los trabajos con la misma mística de antes”.
Considera que en estos momentos convergen una serie de factores que por separado siempre han influido en la desmotivación estudiantil, tales como la crisis económica, problemas personales, disconformidad con la carrera asignada; pero que no han configurado una apatía generalizada hacía el estudio.
Eso se pudo evidenciar en las entrevistas obtenidas con universitarios, en las cuales se observó que existe la motivación a la autorrealización profesional pero también un sentimiento de que los estudios van perdiendo importancia; como si estuvieran en una dicotomía entre valorar la carrera universitaria y preocuparse si esta será recompensada en un futuro.
La socióloga Espinoza explica que esta falta de claridad se debe en parte a que la familia tampoco la tiene. “La crisis económica ha trastocado a cada uno de los miembros del núcleo familiar y ha afectado ese rol que cumple de orientar a los hijos”, expone un tanto preocupada.

Incentivar antes de lamentar
La visión de los especialistas y los estudiantes difieren en cuanto a la existencia de estímulos para estudiar en el país. Para algunos, en los últimos años han aumentado el número de becas y programas de educación universitaria y otros afirman que desconocen o no ven esa clase de beneficios.
“La situación del país debe estabilizarse para que se aprecien las oportunidades estudiantiles con las que se cuentan y para que estas fluyan de mejor manera y lleguen a más personas”, opina Delgado.
Mientras eso ocurre, parece fundamental que exista una acción conjunta del Gobierno y las universidades para atender la situación económica de los estudiantes de manera que se evite una futura apatía generalizada y por consiguiente, deserción estudiantil. “El Informe sobre la educación superior en América Latina y el Caribe 2000-2005”, de la UNESCO, advertía que las condiciones socioeconómicas del individuo y del grupo familiar figuran como la principal causa de deserción universitaria.
Además, la familia debe asumir con responsabilidad la función de apoyar en los estudios y convencer de su importancia a los hijos.
Un escenario de desmotivación estudiantil repercutiría negativamente en la sociedad venezolana pues disminuiría el aporte intelectual de los jóvenes y fomentaría el mercado informal, sin mencionar el daño al aparato productivo debido a la baja preparación académica de los futuros empleados.

No es casual que las universidades, a pesar de la coyuntura económica y política actual, sigan albergando esperanzas: ellas son el único sitio donde los estudiantes pueden ver más allá de sus fronteras y darse cuenta de que la sociedad se transforma desde lo interno, con profesionales capaces de levantar un país.

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