Ningún año nuevo acepta negociaciones
Ded Moroz in Riga, Latvian SSR, 1986.
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Año Nuevo. Vida nueva, diría la canción. No hay
vida nueva. Seguimos con la misma, solo que cruzando la frontera de una década.
La RAE reclama, aún no comienza una nueva década. La cultura pop insiste, ahora
vamos por los 20, aunque mucho ya crucen los 30 o los 40, tal vez, los 50. Este
1 de enero se abre un nuevo panorama frente. Otros 365 días que a más de uno se
le mezclarán en la memoria y quizás en unos años más tarde confundirán con el
2019, 2018, 2017, y así tanto años pretéritos hasta su nacimiento. Se trata de
un nuevo paquete con todo incluido: coincidencias, olvidos, logros, fracasos,
soledades de domingo por la tarde, amores de nuevo puerto, otros que se
despiden, la felicidad en su subjetividad, los días tan largos como LeBron
James o tan fugaces como Halley.
Y así, como la vida, ningún año nuevo acepta
negociaciones, es su palabra contra nuestro intento de imponer lo que queremos
decir. Dar. Quitar. Renovar. Cambiar. Así pendularán los 12 meses del nuevo calendario
de la cocina. Lo más astutos (¿o charlatanes?), dirán que apliquemos la
visualización para someter al nuevo inquilino. La risa infinita se escucha. Con
o sin visualización, lo que tendrá que ser este 2020 será, y no porque hable
del maktub como los árabes y que en
palabras castellanas sería el “está escrito”. No. Llevándolo a una lógica muy
occidental, las cosas que tengan que ser sucederán por esa ecuación tan antigua
de causa y efecto. El nuevo año es esta hoja en blanco en la que escribo, es el
lienzo inmaculado, la nada y el todo a la vez, hecho para que nosotros,
embarcados en esa ilusión del tiempo que nos cubre, le demos cabida a nuestros
anhelos, proyectos y metas. Aunque no existan. Dentro. Puede que en algunos, muy
dentro, exista ese deseo de hacer algo con el 2020 cuando justo se acabe el
brindis, terminen de caer las últimas lágrimas de nostalgia o la resaca se
esfume. No faltará el asombro (con tono de lamento) y que puebla cada diciembre:
“oh, este año pasó muy rápido”.
Sea cual fuese el ritmo con el que avanzará el
nuevo año, el tiempo es lo único que tenemos en esta vida. Si hay tiempo, si se
nos da tiempo, algo hagamos con él, aunque no acepte negociaciones, pero, en su
lugar, prefiera las aceptaciones, los cambios y las renuncias. Quizás sea hora
de ir abriéndonos en la nueva vuelta al sol con aquella actitud que propuso Joseph
Campbell, la de estar “dispuestos a renunciar a la vida que habíamos planeado
para poder vivir la vida que nos espera”.
©Jhoandry Suárez
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