Náufragos entre decisiones
Foto: Brendan Church (Unsplash)
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De
la serie La ciudad de los rotos
—¿Se
han fijado que vivimos en un tiempo en el que tenemos cada vez más opciones para
elegir, pero nos cuesta más decidir, nos frustra más o cada vez evadimos más
tomar decisiones? —, reflexionó Sergio mientras
miraba por una ventanilla.
Estaba acompañado
de dos amigos, Sussane y Julio. Los tres iban en un bus atorado en una
congestión vehicular que llevaba 30 minutos. Llovían los ruidos de las bocinas
y hacía un calor que subía de tono de los insultos.
Los amigos se
encontraban ajenos al caos, cada uno pensaba en algo, hasta que Sergio los
interrumpió.
—Qué curioso,
hace dos días pensaba en lo mismo —, dijo Sussane con un brillo en los ojos y
haciendo una pausa para pensar bien lo que diría. Estamos tan inmerso en un
mundo de cosas, en el que ya no solo tenemos para elegir entre un par de
zapatos o dos, ahora son infinitos, de todos los colores, tamaños, precios.
Como una avalancha que no para de crecer.
Sergio respondió
con una sonrisa. Ella seguía su idea.
—Fíjense, pudimos
haber elegido hacer este recorrido en taxi, metro o incluso caminando, y evidentemente
tomamos la peor decisión —, apuntó las palmas de sus manos al exterior. Es
decir, buscamos tomar la mejor decisión entre las opciones que se nos plantan
delante, pero tenemos miedo de elegir lo equivocado porque cada vez tenemos más
entre qué elegir y todo pinta acertado y ajustado a nosotros.
—Me sucede cuando
voy a ver una película en internet desde casa —, intervino Julio, quien estaba
en el asiento delantero de Sussane y Sergio. En cada categoría hay infinidad de
títulos. Es abrumador. Hace una década nos conformábamos con lo que transmitía
un canal de televisión o estrenaban en el cine, ahora resulta casi imposible—, ilustró.
—Eso no me ocurre
a mí —, aclaró Sussane. No con la televisión, sabes que aborrezco todo eso de
las películas —viró sus ojos hacia arriba. Pero sí me sucede con los libros y
las revistas cuando voy a una librería. ¡Cada semana hay un estante nuevo con
100 libros más! Antes me alegraba, ahora me da una sensación de angustia porque
al elegir uno me estoy perdiendo de disfrutar tantos otros.
—Creo que nos
tiene muy jodidos pensar que siempre hay algo mejor, nunca que las demás
opciones son peores. Resulta insoportable a veces esa sensación de que estamos
perdiendo —, sugirió Sergio.
—A eso súmale el
fantasma del error que hoy está más vivo que nunca —, acotó Julio apuntando el
dedo directo al ceño de Sergio.
—Todo es una suma
que lleva inequívocamente a que en algún punto nos sintamos frustrados porque
en principio, a veces saber si una decisión fue correcta o no, es algo que lleva
años descubrir. Como diría Kundera, todo fuese más fácil si podríamos vivir
varias vidas y comparar nuestras decisiones, pero no, todo lo vivimos a la
primera, como el ensayo y la puesta en escena.
”Y no conforme
con las decisiones que ya debemos tomar, cada vez nos colocan más y más cosas
frente a nuestras narices. Nos estimulan para que las elijamos, para que decidamos
de inmediato, pero nadie detiene este tren que avanza tan rápido y observa que
estamos un poco atontados entre tanta avalancha, que, en lugar de hacernos la
vida más sencilla, la están complicando aún más.
Alrededor de
ellos, miradas furtivas de otros pasajeros se concentraban en su conversación. Su
debate era lo más entretenido del momento fuera de las las protestas y los
gritos del exterior.
—Tampoco se puede
tenerlo todo —interrumpió Sussane —imagina que pudiera llevarme todos los
libros que encuentro en la librería, les aseguro que hace mucho habría dejado
de salir con ustedes y pasaría todo el día leyendo en mi casa. Ahora que lo
pienso, luce mejor, me hubiese ahorrado estar sofocada en este bus.
Julio le lanzó
una mirada incrédula.
—Elegir es
renunciar, querida —, le recordó.
—¿Y nos han
enseñado a renunciar? —, cuestionó Sergio.
Los tres
callaron. El bossa nova Desafinado de Antonio Carlos Jobim penetró en la
escena. No identificaban su origen, quizás provenía del vehículo a un costado
del bus.
—Hasta en el amor
el asunto se complica —, ironizó Sussane.
—¿Por qué lo
dices? —, quiso saber Julio.
—Porque cada vez
tienes más puertas para conocer a más personas, y respondiendo a la pregunta de
Sergio, venimos desde niños sin saber muy bien qué es elegir y renunciar.
Elegimos muchas veces a alguien sin pretender renunciar al resto. Todo para
experimentar “esa opción”, pero sin cerrar las otras. Por eso digo, se complica
un poco más.
“Tal vez si
cesara esa campaña que tanto nos bombardea del tener, del vivir, del disfrutar,
sino del “elegir y renunciar”, pudiésemos aprender a valorar lo que tenemos en
determinado momento. Pero, renunciar, ay renunciar, lo han vuelto un símbolo de
los perdedores. El símbolo del poder se concentra en el tener, el poseer muchas
relaciones, el acaparar.
—¿En qué momento
llegamos al tema de la fidelidad? —bromeó Sergio. Pero justo lo que dice
Sussane es cierto. En ninguna parte de nuestra infancia alguien nos enseña cómo
y cuándo vamos a renunciar a algo, tal vez si eso sucediera, tendríamos una
mejor disposición para elegir y dejar de anhelar lo “perdido”.
—¿Entonces la
culpa no es de una sociedad que cada vez nos ofrece más y más para elegir? —,
intervino Julio.
—Ambas: esa producción
desmedida de cosas y esa educación de tenerlas sin perder nada —, argumentó
Sergio.
—Les propongo
algo hablando de este tema: ¿qué tal y renunciamos a la idea de llegar en bus a
mi casa y nos bajamos para caminar? Afuera podremos “elegir” un café y seguir
hablando de esto.
—De inmediato—, correspondió
Sergio, sacudiendo su camisa sudada y levantándose de su asiento.
©Jhoandry Suárez
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