Popurrí
Estas son crónicas sueltas que retrato
a modo de un popurrí en el que habita la mezcolanza del mismo venezolano: astucia,
risa, picardía, tristeza, inteligencia, etc. Son historias de las cual fui
parte en la última semana y cuya polifonía me dictaba que debía escribirlas.
La
corrida
Días después de los anuncios económicos
del presidente Maduro camino por un bulevar comercial. La gente se agolpaba en
las estrechas calles con agitación, acalorada y con dinero en mano (aclaro,
cuando digo dinero en mano me refiero a una tarjeta de débito o crédito, porque
el efectivo es una leyenda urbana). Muchos locales con santamaría abajo, otros
con extensas filas en sus puertas. Aquello era simple supervivencia y sentido
común: ganarle la carrera a la subida de precios que experimentarían los
productos. Entonces, llego a una charcutería a comprar, eran las 11:45 a.m. En
cuanto el reloj marca las 12 m, la dueña del establecimiento sale con un
marcador azul para escribir los nuevos precios. Ignoraba lo que hacía.
Mientras la mujer aumentaba los precios,
escuché a alguien que desde afuera le gritaba a otro comprador que se acercaba:
“¡Corré que van a aumentar el jamón!” y comprendí que corriendo es que se le
gana a la hiperinflación.
En el ambiente había una línea que nadie debía/atrevía/quería pisar para una tertulia agradable y era tocar temas políticos
Guayabo
en el pasaporte
Cada semana trato de mantener contacto
con amigos que han emigrado. Algunos me cuentan sus victorias en el extranjero,
así como sus derrotas. Sin embargo, tuve recientemente dos conversaciones que
me hicieron analizar el asunto de la emigración desde otra perspectiva. Dos
amigos me contaron de sus problemas con sus parejas, amigos y compañeros de
trabajo. Hago uso de las palabras, de los emojis, de las notas de voz, de las
imágenes, para darles ánimo y funciona en parte; pero ellos están claros, al
igual que yo, que la virtualidad aún no llega a convertirse en un abrazo reconfortante,
solo es una aproximación. Es frecuente pensar que las dificultades de los
emigrantes se resumen en asuntos económicos, legales y culturales; pero, ¿qué
sucede con sus problemas más íntimos? ¿La ruptura amorosa? ¿Cómo lo expresan
cuando están en medio de desconocidos? ¿Lloran o “guapean” de forma estoica
mientras la nostalgia los acecha? ¿Lloran con el guayabo venezolano o con un
guayabo de pasaporte? No lo sé, tampoco me atrevo a preguntar; en su lugar, prefiero
reservar el papel de quien escucha cuando llegan esos momentos.
El
desconcierto de Pitágoras
En el transporte público, en los
centros comerciales, en el trabajo, en la calle, donde sea, la “fórmula” para
comprender cómo se reducen cinco ceros a la moneda genera confusión. Pocos
entienden, particularmente, los más ancianos. Hablan de un tiempo de adaptación
que apenas comienza. Sin embargo, durante la aplicación de la reconversión monetaria, la circulación del Petro, el aumento de salario y del IVA, la
“psiquis” del venezolano es aporreada con temas económicos tan enrevesados como
la criptografía, el anclaje y las nuevas unidades monetarias. Comprar, en
definitiva, se volvió un trabajo para Pitágoras o un nobel de Economía. Si no me creen, vean este ➝ video.
No importaba las carencias ni la edad, la avidez y picardía venezolana seguían latiendo en aquel corazón
Latidos
pícaros
Mientras espero por transporte público,
una mujer de unos 60 años entabla conversación conmigo, unidos por el asunto
que generaba polémica en el momento: volvieron a aumentar el pasaje. Una vez
que superamos la discusión infructuosa en torno al tema y la conclusión de
quién es la víctima y el victimario terminó en la nada, me revela que toma
cinco medicamentos diferentes para el corazón, tras un cateterismo. De los
cinco solo consigue dos o tres, con suerte. No puedo evitar sentir compasión
por ella, a pesar de su actitud resuelta. Entonces, en un momento de descuido,
la mujer ya no estaba delante de mí: se le había “colado” a cinco personas más
en la fila. Quedo enmudecido. No importaba las carencias ni la edad, la avidez
y picardía venezolana seguían latiendo en aquel corazón.
Simulacro
de escape
Una amiga nos convocó a todos sus
amigos para su despedida del país, pues al día siguiente emigraría a Chile. No
obstante, a último minuto pospuso su partida para esperar por un trámite y por algunos
compañeros para cruzar las cuatro fronteras que le esperaban. La reunión de despedida
igual se mantuvo en pie. La bauticé como “El simulacro”. Paradójicamente fue una
terapia de escape para todos, quienes llevábamos varias semanas sin vernos. En
el ambiente había una línea que nadie debía/atrevía/quería pisar para una
tertulia agradable y era tocar temas políticos; aunque fue inevitable hablar de
precios, este tema fue obviado y sofocado en medio de las anécdotas que todos aguardábamos
por contar. Aquella fue una despedida en medio de risas, una despedida momentánea
del país enrarecido y difícil en que vivimos. Fue un ir y venir para fortalecer
el espíritu y seguir aquí.
©Jhoandry
Suárez
Foto: Giovani Chacón.
Una vez más, excelente!! Un cordial saludo y mis mejores deseos!!
ResponderEliminarMuchas gracias, profesor, una vez más, por leerme regularmente ¡Un abrazo!
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