Y todos se fueron...




Lo peor de la diáspora venezolana no es el vacío de los que se fueron, sino de los que están, porque en Venezuela pareciera que todos tomaron un avión, un tren, un bus, sus zapatos, y partieron a un lugar físico o en el tiempo y dejaron su ausencia presente. Alguien, un día antes de las elecciones del 20 de mayo, coincidió conmigo y me expresó su alarma diciendo: “Aquí se siente el vacío de los que se han ido. Incluso, no se siente la presencia de los que están”.


¿Dónde están los que se supone deberían vivir en el país? Madrugando para conseguir apostilla, soslayando la señal definitiva de “partida”, sepultando la confianza en sus políticos, sumidos en la melancolía o la utopía, etc. De este amplio grupo, distingo tres categorías.


Quienes día a día caminan abstraídos solo en la idea de arreglar los papeles y el equipaje para marcharse a buscar paz, comida y medicinas, ya sea al Sur o al Norte; las indicaciones de la brújula perdieron relevancia, lo importante es encontrar un sitio fuera de la frontera.


Otros se pierden en la nostalgia, se alimentan de ella, se flagelan con ella; delante de la cotidianidad colocan aquella inoportuna frase: “antes todo era mejor” y se van a una década pretérita, pasada. En contraparte, están los que viven en un tiempo pospretérito, en un futuro hipotético o condicional. Los que apuestan por que la condición que anhelan se cumplirá pronto para que puedan vivir en el país que sueñan. La circunstancia que esperan es un dibujo libre y personal.


¿Entonces los que viven en el aquí y ahora desaparecieron? Este es un sector de la población en peligro de extinción, amenazado por tanta desesperanza contagiosa; de los cuales se puede aprovechar una conversación, un café, para tomar una bocanada de aire y continuar por estas calles. Si consigue alguno, no lo desaproveche.


Resulta difícil prever cuál grupo se impondrá; sin embargo, mientras avanza cada día, los miedos y las ausencias van lastrando la vida en el país. Aumentan, con ello, la no-presencia de los que están y la distancia de los que se fueron. Los edificios, las avenidas, las aceras, dan testimonio de que aquí se terminaron de ir 30 millones de venezolanos y nos queda aquella sensación que describió Roberto Echeto*: “Vació, se siente vacío. En todas partes vacío”.


©Jhoandry Suárez

*Escritor caraqueño.
Foto: Metro de Caracas, Nelson Suniaga. 


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