En sus marcas, listos…

El botón de “presione aquí en caso de emergencia” se ha vuelto una necesidad para muchos en Venezuela. Si la cosa se pone más dura, me voy. Si Maduro gana las presidenciales, me largo. Si me canso de esperar un milagro, adiós. Aseguran. Se proponen. Lo que significa, aún con cierto recelo y una esperanza agazapada en un rincón del corazón, ir reuniendo religiosa y burocráticamente los papeles de rigor para emigrar.

Se vuelve frecuente que varios aterricen en un gestor para conseguir la solución “mágica” que les quite de encima el yugo del Saime y sus incontables (e infructíferas) horas de espera; las colas para refrendar o apostillar, para obtener los antecedentes penales. Buscan al “amigo del primo de un amigo” para tramitar las notas certificadas. Aguardan con la paciencia y argucia de un corredor de bolsa a que el dólar baje “un poquito” para cazar más billetes. Pero ojo, todo este interés y trabajo es un por si acaso, que se transfigura en certeza.

Van a tientas, pisando y despisando poco a poco. Como quien quiere pero a la vez no quiere. La analogía de hacerse “el difícil”, “la dura”, ante la labia y la seducción de salir por tierra, aire, agua o telequinesis del país. El flirteo con esta decisión se torna recurrente cuando apenas se pasa la página de “un hola, ¿cómo estás?”, en cualquier conversación. Se aprende a sortear la alcabala de la nostalgia para acercarse a Maiquetía o a uno de los puentes internacionales.

Es como si estuvieran (mos) parados en esa raya que trazan para que los atletas se lancen a correr en un solo respiro. Donde se escucha la voz de mando que indica: “en sus marcas, listo…”. Así siento, percibo, huelo, escucho, esta Venezuela. A punto de irse en desbandada, de terminar de esparcirse por el mundo.

Quizás, para ir a encontrar un trabajo en Guayaquil, ya que en Sabana Grande no hay pan. A vender cachitos en Barranquilla, porque ser ingeniero perdió la lógica de llenar un bolsillo. A sentarse en una banca en Valparaíso y olvidarse del resuello de la inseguridad nocturna. A calificar con altísimas notas en Santiago, para escapar de la cara burlona de la ideología.

Nuestro presente se conjuga con dos verbos “salir” y “emigrar”. Sin embargo, otro que apareció recientemente se ve como una quimera, más próxima a un truco, y es el verbo “votar”. Botar lo que no sirve, luce inaccesible. La ilusión robada. El deseo truncado. Ustedes decidan. No obstante, elijo sustituir uno de los dos verbos anteriores por el binomio “despertar” (sinónimo de “votar”, “denunciar” o protestar”) y dejar “emigrar”, por si el destino obligase definitivamente.

©Jhoandry Suárez
Foto: tugasnapolonia.wordpress.com


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