País tomado
Van
varios días en que nos despertamos y sentimos que a nuestro hogar se le achica
el espacio ¿Lo han percibido? Sí, pareciera que cada vez hay que cerrar más
puertas para reservarnos un espacio lejos del Poder. Con su retórica y
prepotencia ha ido ocupando mucho lugar y nos deja reducidos a un minúsculo sitio
donde podemos desarrollar nuestra vida; es decir, donde podemos respirar aire
ligero de oxígeno y no pesado de política. Algunos ya terminaron de cerrar las
puertas y se marcharon. Se les acabó el metro cuadrado en el que podían vivir.
Otros aguantan, aunque el metro cuadrado se divide y divide y ahora es una
centésima de lo que era hace 18 años. Como aquel cuento de Julio Cortázar, la
“Casa tomada”, en el que Irene y otro hombre (nunca identificado) comienzan a
escuchar ruidos en su residencia (tan grande como para alojar a ocho personas)
y van clausurando puertas del pasillo que conecta toda la casa por "intrusos" y poco a poco,
también se van quedando sin espacio, hasta que un día se ven afuera y lanzan la
llave a una alcantarilla para no regresar.
¿Será que ya estamos afuera? ¿Será
que ya el Poder tomó todo nuestro hogar? ¿Nuestro país? Si es así, ¿cómo se
libera una casa tomada? Lástima que el cronopio argentino no nos dejó la
fórmula y en su lugar nos terminó la historia con dos personajes derrotados. En
su lugar, más que una mudanza, esto ha sido una invasión ruin. Primero en la
televisión, luego en las calles, pasamos a los libros, le siguen la música, los
bailes, la educación, y, por último, sin nada de humor, hasta los chistes.
Entonces, cambiamos de una apatía hacia la política a un hastío, una
exasperación e incomodidad.
A Irene, en Casa Tomada, describe, se le cayeron varios
ovillos de hilo que quedaron del lado “invadido” y en sus manos quedó uno de
los extremos, el cual al final soltó por temor. Sin embargo, haciendo la
analogía, a nosotros se nos quedó el corazón del otro lado de la puerta cerrada
y aún sostenemos uno de las hebras que nos conecta con él, con el anhelo en la
boca del momento en que abramos y observemos de nuevo y desocupado ese espacio tan
propio. Cuando nuestra casa recupere la anchura y libertad que albergaba antes
y nos ofrezca el aire fresco que necesitamos.
©Jhoandry Suárez










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