El insomnio


«Visitación reconoció en esos ojos los síntomas cuya amenaza los había obligado, a ella y a su hermano, a desterrarse para siempre de un reino milenario en el cual eran príncipes. Era la peste del insomnio (…) Nadie entendió la alarma de Visitación. “Si no volvemos a dormir, mejor -decía José Arcadio Buendía, de buen humor-. Así nos rendirá más la vida”. Pero la india les explicó que lo más temible de la enfermedad del insomnio no era la imposibilidad de dormir, pues el cuerpo no sentía cansancio alguno, sino su inexorable evolución hacía una manifestación más crítica: el olvido»
Gabriel García Márquez

16 años llevamos sin dormir en este país. Tenemos demasiados días sin descansar las ochos horas como manda el médico, el entrenador, el sentido común. Jamás se vio que una nación pasara tantos días en vela, atenta de qué nuevo acontecimiento ocurrirá. Al principio, nos sentimos llenos de vitalidad por soportar en alerta tanto tiempo, pero, va llegando el peor síntoma de la peste del insomnio: estamos olvidando quiénes éramos 17 años atrás.
Desde que llegó la revolución, cada día era una novedad que nos desconcertaba y ante la cual debíamos (sí, como un imperativo) estar pendiente para expresar nuestro parecer y replicar si aquello nos afectaba. Siempre a la escucha de qué diría el Presidente, contra quién arremetería, qué palabra nueva usaría, con qué nuevo repertorio musical nos saldría. Preferíamos desvelarnos antes que perderle la pista.
Para los periódicos ha sido una época en que las noticias brotan debajo de las piedras y tocan la sala de redacción. Para los empresarios, una constante angustia de su destino. Para algunos grupos sociales, la lluvia de buenas nuevas. Chávez y Maduro nos han mantenido despiertos cerca de 6000 días.
Como era de preverse, se nos están olvidando las escenas de la infancia, cómo nos divertíamos, en qué invertíamos el tiempo, qué era debatir por ideales, qué comida nos gustaba. El olvido se nos impuso aunque muchos proclaman “prohibido olvidar”; sin embargo, no hay memoria que aguante tantos recuerdos sin un sueño profundo que los permita organizar.
En lo que sigue al fragmento tomado de la obra de García Márquez se cuenta que hubo una solución a medias para el problema, ingeniada por Aureliano Buendía, y fue el de estamparle a cada cosa su nombre, luego para qué servía y cómo utilizarla. El lenguaje revolucionario pretendió y pretende hacer lo mismo. Nos dijo que oposición era diablo, que escasez significa guerra económica, Asamblea Nacional, burguesía; disentir sonaba a injerencia extranjera, aprovechó el olvidó en que nos sumió para resemantizar y renombrar todo lo que nos rodea*. Llenarlo de la aureola angelical de Marx y su socialismo.
Sin embargo, el resultado de la solución, tal como lo fue para Aureliano, también lo es para este gobierno; es decir, infructífero.
Mientras sigamos sin unos meses de descanso, sin atolóndrarnos por lo que hace cada bando, por las decisiones de los órganos públicos, no podremos reubicar nuestras memorias y decirnos: “ah, estos somos”.
Para un revolucionario de capa y espada lo que propongo se parece a lo que ellos llaman “apatía democrática”, un artilugio, según su tesis, mediante el cual la “cuarta” se mantuvo tanto tiempo. Pero me ciño a un fragmento de Leonardo Padrón, en “Se busca un país”: “Necesitamos con urgencia una cierta dosis de aburrimiento” ¿Tan difícil es permitirles a los venezolanos disfrutar de un momento de sobriedad de acontecimientos?
Tantas angustias, preocupaciones y desencuentros se alojan en nuestros desvelos que ya nos oxidan, nos asfixian, y, la peor parte, es que debemos seguir con ellos, cargando, además, con sus ojeras y agotamiento.
Tal vez, un día aparezca Melquíades, como lo hizo en Macondo, y nos revele la pócima para salir de este encanto de trasnocho en el que nos encontramos. O quizá, rompamos con la peste de otra manera: exorcizando del poder la ideología que nos ha mantenido 16 años en vela. Lo importante, en todo caso, será rencontrarnos otra vez con Morfeo y sus 8 horas. Recuperar las memorias y los sueños que se han desvanecidos.
©Jhoandry Suárez



PD: ¿Tantos decretos de días libres nos ayudarán a desintoxicarnos del insomnio?
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*El capitulo VI: “El poder de las palabras, las palabras del poder”, del libro “La seducción de las palabras” de Álex Grijelmo es muy instructivo acerca de este punto y coloca un ejemplo venezolano. 


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