40 días

El número 40 casi por antonomasia* se asocia a carencia, penuria, penitencia y sino veamos que para recuperarse de ciertas enfermedad se debe pasar una cuarentena, que la Iglesia Católica celebra un tiempo litúrgico que precisamente dura 40 días y recuerda a un Jesús desprovisto de todo en el desierto y, además, tentado; y como si fuera poco, en Venezuela se decretó cuarenta días de racionamiento lo cual reafirma que este número poco significa algo positivo.  
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Perdón, el Gobierno no impuso un racionamiento, sino un “plan de administración de cargas”. Disculpe las molestias ocasionadas.
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Nuestro país tiene dos grandes errores que con frecuencia le terminan pasando facturas: depender desde siempre del petróleo y del Guri. Y como si las coincidencias no abundaran en el mundo, casualmente estos errores pasaron sus honorarios el mismo año.
Entonces, tenemos un Gobierno que elige pagar la segunda factura con cortes de energía de 4 horas diarias, rotativas, secas, calientes y sudorosas. Lo bueno de la situación es que los Poderes Públicos no tendrán que padecer estos cuarentas días de penurias eléctricas, al fin y al cabo son Poderes, todo lo pueden y lo necesitan; los demás estados, no tienen ese privilegio.
La situación aunque parezca quimérica, sacada de un libro de ciencia ficción, resulta poseer un “realismo casi mágico”, en la que los venezolanos permanecerán sin luz incluso en las madrugadas y aunado, sin alimentos, medicinas y paciencia.
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Se prometió hace 6 años que los apagones programados no volverían, regresaron, en el peor momento, otra vez El Niño con sus travesuras alteró el clima y un padre no tomó previsiones.
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La vida del venezolano se adaptará cada día a un ritmo diferente, según el bloque  de horario de racionamiento al que pertenezca: las mañanas estarán ausentes de programas de tv matinales, las noches de alumbrado público, las madrugadas de sueños placenteros. Durante las 24 horas se topará con un semáforo apagado que le indicará quién carece en ese momento de luz.
Quizá, lo único que aspire, mientras disfruta de electricidad, es no ver o escuchar una cadena del Presidente explicándole lo afortunado que debe sentirse.
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Posiblemente estos cuarentas días sean la transición que le permita a todo un país condecorarse con algún premio por haber soportado tantas penurias que se le han acumulado. La activación de un revocatorio, por ejemplo, puede ser ese galardón.

©Jhoandry Suárez
Crédito de la imagen:
newslakfmradio.wordpress.com



*antonomasia. (Del lat. antonomasĭa, y este del gr. ἀντονομασία). f. Ret. Sinécdoque que consiste en poner el nombre apelativo por el propio, o el propio por el apelativo; p. ej., el Apóstol, por San Pablo; un Nerón, por un hombre cruel. || por ~. loc. adv. Denota que a una persona o cosa le conviene el nombre apelativo con que se la designa, por ser, entre todas las de su clase, la más importante, conocida o característica.

5 comentarios:

  1. Te invito a comentar tu opinión acerca de esta medida que se suma a tantas emprendidas este año en el país.

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  2. Exactamente. Para ser un País tan completo en reservas naturales, con toda la variedad de las condiciones climáticas, con las riquezas de las que goza nuestra tierra es de esperar que seamos uno de los países con mejor sistema eléctrico y producción económica. Sólo que no se han tomado las decisiones correctas en las oportunidades correctas

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    1. Estos 40 días son una muestra de que aunque se tenga la riqueza falta el enfoque. Gracias, Eva, por tu comentario.

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  3. Este texto merece una secuela o actualización (?) en estos tiempos cuando rara vez hay luz. Con carácter de urgencia.

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    1. Y entonces la secuela se llamaría 365 días ¡Gracias por leerme!

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