La invención
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Nuestra verdad posible tiene que ser
invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura,
piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad,
una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas.
En uno de sus libros Morelli habla del napolitano que se pasó años sentado a la
puerta de su casa mirando un tornillo en el suelo. Por la noche lo juntaba y lo
ponía debajo del colchón. El tornillo fue primero risa, tomada de pelo, irritación
comunal, junta de vecinos, signo de violación de los deberes cívicos,
finalmente encogimiento de hombros, la paz, el tornillo fue la paz, nadie podía
pasar por la calle sin mirar de reojo el tornillo y sentir que era la paz. El
tipo murió de un síncope, y el tornillo desapareció apenas acudieron los
vecinos. Uno de ellos lo guarda, quizá lo saca en secreto y lo mira, vuelve a
guardarlo y se va a la fábrica sintiendo algo que no comprende, una oscura
reprobación. Sólo se calma cuando saca el tornillo y lo mira, se queda
mirándolo hasta que oye pasos y tiene que guardarlo presuroso. Morelli pensaba
que el tornillo debía ser otra cosa, un dios o algo así. Solución demasiado
fácil. Quizá el error estuviera en aceptar que ese objeto era un tornillo por
el hecho de que tenía la forma de un tornillo. Picasso toma un auto de juguete
y lo convierte en el mentón de un cinocéfalo. A lo mejor el napolitano era un
idiota pero también pudo ser el inventor de un mundo. Del tornillo a un ojo, de
un ojo a una estrella... ¿Por qué entregarse a la Gran Costumbre? Se puede
elegir la tura, la invención, es decir el tornillo o el auto de juguete.
Julio Cortázar, 1993, La Rayuela
Muy bueno. A esos que eligen la tura casi siempre se les tacha de locos; yo los llamo creativos, ingeniosos...
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