Los culpables
En plena crisis migratoria que salta
las fronteras en varias latitudes del mundo, Maduro con poco tacto deporta a
cientos de colombianos, algunos europeos, de tendencia neonazi, avivan la xenofobia
y el racismo, y Donald Trump se perfila cada vez más como el contrincante
republicano de las elecciones en EE.UU.
Un indocumentado
podría bien representar a un mal querido: abandonado por su país natal a una
suerte incierta y poco afortunada y señalado, aparte a donde se dirige, como el
responsable de culpas que nadie quiere asumir. Es como si nunca saliera de la
franja de la frontera, quedara varado es un amplio estrecho, fuese menos de
allá que de aquí y por lo tanto, un nadie a merced de la deportación.
Ubicados en el
contexto del viejo continente, africanos, proveniente de las regiones más
pobres de África Subsahariana, y árabes de Medio Oriente, gran parte de Siria,
se suben a una barza con la esperanza siquiera de resistir los embates del Mediterráneo
y llegar a alguna costa gala, italiana, española, donde vislumbran un bienestar
que se les niega en su tierra a causas de las guerras, la corrupción y la miseria.
Elocuentes son las
imágenes de naufragios en las costas de Italia, las carreras de extranjeros
para cruzar el Eurotúnel; incluso, ahora el descubrimiento en Austria de un
camión con decenas de inmigrantes muertos en su interior. Con una esperanza,
que no repara en ninguna de esas adversidades, desde el sur se embarcan en la
travesía miles de personas por, si me permiten decirlo, el “sueño europeo”.
El periódico ABC de
España recoge una cifra que ilustra la situación en cuanto a magnitud: “desde
principios de 2015 han muerto unos 2.200 emigrantes en aguas del Mediterráneo y
han sido rescatados 225.000 (125.000 ante las costas griegas y 100.000 ante Italia)”.
Las naves en las que viajan, debido al sobrepeso y a las corrientes marítimas,
se convierten en pedazos de hojalatas en el agua.
Las autoridades del
continente se reúnen afanosamente para encontrar medidas que permitan controlar
la llegada de los extranjeros. Mientras eso ocurre, desde sectores políticos se
impulsa frases resumibles en: “Europa es para los europeos”. Abucheos a Angela
Merkel, canciller de Alemania, por su visita a un centro de refugiados
constituyen una muestra del sentimiento que empieza a surgir.
Un detalle que me
dejó boquiabierto de Grecia fue el tercer puesto en cuanto a votaciones en
enero logrado por el partido Amanecer Dorado, de ideas nazis, xenófobas y
racistas. Ante la convocatoria de nuevas elecciones en el país heleno, el
descontento con el partido saliente, el rechazo por las medidas de austeridad y
el aumento de inmigrante, quizá esa organización política tenga mayor
popularidad, lo cual sería preocupante para quienes llegan y se las juegan
todas para no caer en el porcentaje de naufragios o deportaciones al año.
Frente a este
escenario, solo me pregunto: ¿Por qué se habla de “crisis migratoria europea” y
no de “crisis de emigración africana”?
“¿Ustedes creen que yo soy anticolombiano?*
De repente el
Presidente miró a la frontera, observó que existían centenares de colombianos
indocumentados y ¡zas! Se le ocurrió quienes serían los nuevos causantes de los
problemas económicos del país. Aunque el preámbulo de toda esta historia fue el
ataque a tres soldados venezolanos, parece inverosímil que se tome la decisión de
“sacar” a personas sin siquiera darle la oportunidad de asimilar la noticia.
¿Dónde está la coordinación binacional? ¿A nadie se le ocurrió como medida
humana informar a Colombia para que preparara un protocolo para refugiados?
Tan sencillo hubiese
sido utilizar esa línea de comunicación que alguna vez establecieron Santos y
Chávez: marcar unos números, “Eh, Santos, te voy a enviar a los colombianos que
tengo en la frontera, te doy 24 horas para recibirlos”, “Pero, vamos a hablar”,
“Ya dije, es una decisión soberana”, quizá, así hubiese sido un diálogo franco.
Pero, no lo fue.
Acusan al
paramilitarismo y a los contrabandistas de acentuar la escasez y, casualmente, encuentran
esa razón a tan solo cuatro meses de las elecciones. Las fechas, los discursos,
los estados de excepción parecieran otra escena más del reallity show llamado
Gobierno.
Por supuesto, todo
venezolano apoya prohibir la venta de los productos propios en la frontera
vecina, desarticular el paramilitarismo y establecer orden en las zonas
fronterizas. Hasta allí las exigencias van bien, el asunto se complica cuando
las cifras señalan que más de mil colombianos fueron deportados, algunos hasta
con décadas en el país. El Gobierno demuestra que ante su falta de tacto, el
atropello se posiciona con una D y una R.
Y en medio de la
situación de expulsados-deportados, no entiendo como un colombiano
nacionalizado, a través de la radio, alaba las acciones emprendidas y rechaza
que esas personas estuviesen aquí. Eso me da pie a asegurarme de lo mal querido
que son los indocumentados.
La magia de la polémica
Donald Trump lidera
las encuestas para las primarias de los republicanos en Estados Unidos. Con sus
comentarios que causan indignación en muchos y el fervor en otros, el magnate
labra su camino a la Casa Blanca de una manera poco convencional: ni los
republicanos lo quieren y los demócratas menos ahora que en los sondeos sobrepasa
a Hilary Clinton.
Una de sus líneas de
campaña consiste en una dura crítica a los emigrantes mexicanos, los cuales
tendrán muchas dificultades para su permanencia en el país norteamericano si
Trump llegase a ganar. De inmediato, toda esperanza de ciudadanía se
desvanecería.
La polémica le da
resultados al candidato dueño del Miss Universo, tan solo me pregunto si el
muro que pretende construir entre EE.UU y México tendrá la misma suerte que el
muro de Berlín.
* Palabras del
presidente Nicolás Maduro, 22 de agosto de 2015.
©Jhoandry Suárez
Créditos de imágenes:
www.publimetro.com.mx
www.pinteres.com
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