Días de agosto

En agosto lo que nunca falta es una piscina. Un momento. Eso era en agostos pasados. Este agosto esta signado por la sequía. Todo es culpa de El Niño, ¿o de la contaminación ambiental, quizás de los oficialistas? ¿Qué clase de agosto es este sin piscinas? En fin, la preocupación últimamente se resume tan solo en siquiera bañarse, con o sin jabón, con o sin champú, sofocar el calor con un buen baño. Tener un poco de agua. ¿Y Margarita? Si no hay piscina, entonces una playa. Entre tanto, ¿hay pasajes de avión?
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El presagio incomodo para los venezolanos estas vacaciones es el aumento de lo único que se ufanaba el país de tener barato: la gasolina. En el subconsciente se recrea la imagen de los productos con un precio por las nubes, en esas mismas nubes que bombardean para que llueva. El transporte público con su estética de terror y descalabro no dudará en aumentar su pasaje. Un aluvión de inflación se avecina y lo único que dice el Presidente es: “no hay apuros”, mientras tanto, los “bachaqueros” dejan de frotarse las manos y los venezolanos a aferrarse a sus bolsillos.
Tal vez, el sentido común reconoce una realidad ineludible: de verdad la gasolina es muy barata, apenas se puede pagar con unas cuantas monedas. Pero queda una incógnita impregnando el aire: ¿a dónde irá a parar el dinero que PDVSA se ahorrará? El gobierno afirma que a sus programas sociales; sin embargo, las misiones tienen un entramado de corrupción donde fácilmente se perderá tanta inversión. No hay transparencia, no hay claridad, ni mucho menos proyectos concretos.
“La gente no va a aguantar tanta vaina, no que va”, me dijo hace poco un conductor de carrito de tráfico. “Va a pasar como la vez del Caracazo”, apuntó. “Pero no hay dirección política para encaminar el descontento de la gente”, le indiqué. “Eso no hace falta, la gente igual va a bajar de los barrios”. No tuve argumentos para rebatir aquello, quizás porque la historia es muy caprichosa.
 La gasolina aumentará, la vida de los venezolanos aumentará, pero la calidad de vida aún no da señales de mejorar.
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Agosto para muchos universitario se transmutó en recuperar el tiempo perdido. Las universidades decidieron alargar semestres, compensar con veranos, ofrecer cursos intensivos. Es decir, sacrificar las vacaciones para entregar el titulo universitario en el tiempo previsto. Algunos allegados a mí quedaron desconcertados por tanto tiempo sin clases que hubo debido a las manifestaciones, jamás pensaron que luego de dos meses el resultado final sería nada, tan solo levantar un tanto el descontento social, nada más. Ni siquiera una mirada más seria a los asuntos del país. La protesta pacifica de miles de estudiantes aún en día no ha sido respondida y a muchos nomás le queda la idea de terminar rápido sus carreras universitarias para emigrar.
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Si algo nos es favorable en agosto es que coincide con vacaciones y hace falta un respiro. Nos toca tomar un tiempo para sopesar los acontecimientos y vislumbrar a dónde vamos y, sobre todo, repensarse y repensarnos. Los días de agosto quizás nos ayuden a mitigar tanta desilusión del panorama.

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