La indignación da para todos

Indignación. (Del lat. indignatĭo, -ōnis). f. Enojo, ira, enfado vehemente contra una persona o contra sus actos.
     Los indignados ya no se encuentran en Wall Strett, los indignados ahora están del otro lado del Atlántico. Asombrados andan porque el imperio los espiaba. Rechinan los dientes, pues Snowden habló, ya era hora o acaso estaría haciendo turismo por todas las embajadas del mundo. En fin, entrometerse sin permiso en la vida de los amigos es algo reprochable, y no me refiero al aspecto diplomático, sino al humano. Ojala, entre tanta espiadera, Obama se haya enterado de que le gustaba a cada presidente y los pueda complacer.


     El Presidente es otro indignado. Eso de que haya perdido 6 mil seguidores de sopetón no lo asimila, acepta que es posible perder casi un millón de votos, mas no seguidores en Twitter. ¿Cuál es la causa?, el imperativo de siempre: la guerra mediática contra la revolución. Esta vez desde otro flanco, desde las redes sociales. Pero, será que esa gente se canso de seguirlo porque nunca les dio following (siguiendo) o solo eran cuentas fantasmas eliminadas por la compañía. Más allá de contestar a esta incógnita, lo cierto es: el Presidente se levantó una mañana y en lugar de ver por el balcón de Miraflores una Venezuela sin doliente, se fijó si aumentaron sus seguidores.

    Pero, estas son muestras grandes de indignación. Hay otros indignados más cotidianos, tal es el caso de Rubén, un venezolano de a pie, que tiene la intrincada tarea de conseguir un paquete de harina precocida a un precio parecido al estipulado por el Gobierno. Después de dos horas de faena, lo único que halló fue grabar en su mente la escena de colas kilométricas y precios estratosféricos. Entonces, en este momento, Rubén se da cuenta que la nostalgia empieza a conjugarse con la indignación.

    Antes de terminar, quisiera agregar aquí –y me disculpan el atrevimiento- mi indignación particular: la vanidad del venezolano. Todos los días busco comprender como un venezolano promedio, de clase media, que apenas paga el “carrito por puesto”, puede tener la osadía financiera de comprarse un Galaxy o un Iphone. En este punto, mi razonamiento queda corto e indignado. Apenas puedo concebir una explicación y es que nos afanamos tanto por tener lo mejor de lo mejor de lo mejor para presumir y no reparamos en las cosas necesarias para nuestra vida. Y es así como la vanidad se convierte en un motor sin freno ni escrúpulo y la indignación en un pasatiempo.

       Al final de todo, hay una máxima que aceptar: siempre habrá indignados por doquier, ya que siempre conseguirán un motivo para estarlo: los derechos humanos, de los animales, lo caro que puede estar la vida, la foto feliz de un exnovio o exnovia en Facebook y un sinfin más. ¿Qué más se puede hacer?, tan solo aceptar las indignaciones que vienen a cuenta gotas en el día y una que otras hacerlas protestas.

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