La ciudad de los rotos

Foto: Henry Miller (The Washington Post)

¿Por qué no terminamos de aceptar que no seremos “felices”? — cuestionó Susanne mientras terminaba el café y jugaba entre sus dedos con el cigarrillo recién calado.

Julio y Sergio la miraron de reojo. Pensaban que hacia uno de sus comentarios de mal gusto.

¿Y quién te ha dicho que no seremos felices? procedió a interpelar Sergio, más en un tono de burla que interesado en su argumento.

¿No lo ves? reaccionó la mujer, asustada por la “ceguera” del amigo.

Vemos que ya te has llevado mucho café y cigarrillos a la boca intervino Julio.

Susanne suspiró.

Todos los días nos venden que debemos ser felices. “Ven compra esto y lo serás”, “ven estudia aquello y lo alcanzarás”, “vamos, no estés triste, tienes que ser feliz”. ¿No lo ven? Todos los putos días nos lanzan encima este tipo de discursos, ¿y qué si no quiero ser feliz?

Entonces serías una amargada como lo estás siendo en este momento atacó Sergio.

¡Ese es el problema! Nos encasillan en una dualidad: ser felices o amargados. Pero eso es mentira porque nos empujan a “buscar la felicidad” para que el sistema se aproveche nuestro. Miren afuera, señaló hacia una ventana amplia en el frontis de la cafetería empañada por la lluvia.

Permanecieron en silencio mientras observaban y escuchaban el jazz Fly Free de Nubya García.

Como si de una acuarela se tratara, vieron a mujeres y hombres por igual caminando apresuradamente con paraguas en mano. Muchos aparecían en el recuadro llevando trajes, vestidos o camisas coronadas con corbatas. Maletines por aquí, carteras por allá. No faltaba un par de zapatos impolutos llenos de agua. Era un caos de movimiento a las seis de la tarde, atizado por los automóviles que avanzaban lentamente sin dejar de bramar impaciencia.

El auto rojo mojó a aquel hombre, ¡qué tonto! Debió haberse movido, río Sergio.

Susanne miraba a Julio en espera de que viese más allá del espectáculo del cual se mofaba su compañero. “Toda esa gente quizá se tarde una hora en llegar a sus casas para disfrutar a lo sumo de dos horas con sus familias o para ellas mismas”, reflexionó el hombre distraído.

A Susanne le brillaron los ojos.

¡Exacto! Esa gente que estamos viendo allí afuera, a esa gente también le han vendido todas las fórmulas para “ser felices”. Estudiaron lo que alguien más deseaba para asegurar su renta o lo que ellos querían por “vocación”, “pasión”, y todas esas tonterías que nos negamos a someter a examen. Pero allí están, viviendo una vida de tres horas para ellas porque el resto se lo lleva un trabajo que les promete que al final de cada mes, de cada año, de su vida, serán felices con sueldo, vacaciones y jubilación.

Toca trabajar, es algo lógico, señaló Sergio y acto seguido, tomó una taza de café sabiendo que volvía a estar en el punto de tiro de su amiga.

Estudiar, trabajar, tener pareja, hijos, familia, casa, automóvil, televisor, suscripción de tv satelital, computadora, piscina, una mascota, hasta alguien que nos limpie la casa, ¿ves cuántas cosas son lógicas y aun teniéndolas todas hay personas que están amargadas como tú dices? Se supone que solo al final de todo ese sinfín de requisitos, puedes darte la tarea de ser feliz. ¡Eso es ilógico! Acabemos con esa “felicidad” lo último lo dijo alzando la voz, casi como arenga.

Sergio se sobresaltó. Julio movió el cigarro de su boca en ademán de hablar.

Tal vez lo ilógico sea que no haya cabida para estar rotos y por eso nos saturamos de “cosas” para no sentirnos así.

O que hemos fracasado, acotó Sergio, quien bajaba el tono de su discurso retador y sarcástico.

Rotos y fracasados ¿Por qué nos cuesta tanto aceptarlo? ¿Por qué permitimos que otro nos venda algo balsámico que nos ayude con el dolor por un momento porque debemos mantener una sonrisa?

Porque somos más rentables así. Piensa, en un hipotético caso, alguien que es feliz no necesita nada más o se supone sea así. Los rotos y fracasados que intentan no sentirse de esa manera, sí  ironizó Julio.  

Entonces contradices lo que Susanne dice acerca que no debería existir la felicidad porque si es precisamente siendo felices es que no necesitamos de más nada, intervino Sergio.

Susanne sonrío de satisfacción.

Esto que nos colocan frente como “felicidad” no es más que un ajuste a la uniformidad, a la costumbre, a aceptar que debemos “tener más y más” para estar completos. Mi sentido de la felicidad puede que sea muy diferente al de ustedes, pero coincide en algo, se puede dar incluso cuando no seamos plenos en cosas, estatus, educación, y en esos banales indicadores económicos y sociales.

Tal vez a Julio le encantaba comenzar con una palabra que indicara probabilidad, se trate de aceptar que aquel señor que atiende la mesa tres, también tuvo fracasos amorosos como cualquiera de nosotros. Que aquella mujer con el capuccino de la mesa seis, se equivocó imponiéndole a su hijo lo que pensaba. Que el joven de la caja, hoy tiene miedo de tocar música porque es un arte sin sueldo fijo. Dejar de creer que el otro ya está resuelto, sino igual de roto, y a su modo, como nosotros, trata de encontrar la parte de felicidad que le toca. Llegar a comprenderlo puede desnudar la trama del “gran ideal de felicidad” en la que nos vemos envueltos.

Demasiado utópicosentenció Sergio, casi nadie se atrevería a pensar de esa manera.

Susanne lanzó una mirada comprensiva a Sergio.

Solo digo que ya no llamemos felicidad lo que otros quieren que consideremos lo es aclaró la mujer. Antes que una vida feliz, preferiría una vida interesante, a mi estilo y modo, rota, con mis fracasos, para librarme de esa pretensión de alguien más de decirme qué es lo que debería querer y qué debería olvidar para tenerlo. Si revocamos la palabra, la eliminamos de diccionarios, de medios, de anuncios, ya nos tocaría inventar otra y darnos tiempo para otorgarle el concepto que cada uno necesita porque el de ahora es una bota que nos pisa más y más.

Nos llamarán egoístas o locos sugirió Sergio.

Lo estamos mientras seguimos a los infelices que supuestamente nos venden la felicidad a nuestra imagen y semejanza sentenció ella.

©Jhoandry Suárez


2 comentarios:

  1. Buen punto sobre la "felicidad", conviene mucho reflexionar... excelente amigo

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    1. Sí toca reflexionar para buscar ese sentido de la felicidad que efectivamente nos permita ser felices. Gracias, Eva, por siempre leerme.

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