¿Quién sabe de amor y acomodar una silla?*


De la pluma de Roberto Echeto, escritor venezolano

Todos sabemos qué se siente cuando la persona amada te presta atención o te rechaza. Todos sabemos que enamorarse es peligroso, entre otras razones, porque no hay enamorado que no haga o diga tonterías. Todos sabemos que enamorarse es comenzar a girar en torno a alguien y, si las cosas salen  bien, se gira hasta que los enamorados se fusionan y se convierten en una sola entidad que la gente identifica a leguas.
En ese momento, sabrá Dios por qué, los que se aman con pasión y frenesí comienzan a engordar (…)
Todos nos hemos enamorado. Por eso entendemos la fascinación que despierta la etapa “mágica” del amor, ésa en la que los amantes se sientes indestructibles y como amparados por un campo de energía semejante al de los supeheroes. No obstante, la energía pasa y el amor que surgió como una energía capaza de soportar los embates del destino, comienza a sufrir el desgaste propio de aquello que se somete todos los días a las fuerzas inexorables de la realidad. De manera que aquello que nació hermoso, se transforma y muestra otra cara menos grata.
Según las premisas que hemos expuesto, pareciera que el sentimiento que analizamos se divide y nos muestra dos caras: una bonita y otra fea; una que es pura ilusión y otra que puede transmutarse en horror (…)
La cara bonita produce un discurso optimista que difunde al amor como algo puro y juvenil por lo que vale la pena luchar hasta la muerte. La cara fea produce una narrativa oscura que muestra al amor como un calvario en el que los que se aman se tropiezan todos los días con múltiples obligaciones cotidianas, con el trabajo, con los hijos, con problemas económicos, con desilusiones, con hastíos y con una silla que alguien dejó mal puesta en la cocina de la casa… En la cara bonita se reflejan besos, abrazos y arrumacos infinitos. En la cara fea se muestran las pequeñas diferencias que se pueden transformar en  grandes dramas, si no se manejan con cautela. Desde el lado bonito, quienes se aman pueden pasar por mil y un infortunios, pero la esperanza de que al final el amor siempre triunfara no los abandona nunca. En el lado oscuro, quienes se aman hoy, no saben ni pueden saber si se amaran mañana ni si se soportaran, ni si seguirán juntos porque una nube de incertidumbre los cobija cada día.
Como el amor es un sentimiento universal que acompaña a los seres humanos desde siempre, su discurso tiende a repetirse y a generar lugares comunes que se explotan desde los dos ángulos mencionados en los párrafos anteriores. Quien lee una novela de Corin Tellado, ve película romántica o un programa de chismes del corazón, se aproxima al tema amoroso esperando una sucesión de acontecimientos que culminaran con un largo y apasionado beso con el que muestra que los amantes “alcanzaron la felicidad anhelada”. Por su parte, quien lee u oye un cuento donde aparezca un hombre a quien su mujer abandonó por otro, espera que tarde o temprano aparezcan lágrimas, rockolas, borracheras y boleros, como si no existieran otras formas de purgar un despecho, el evento más horrible ligado a la gramática del amor.
La presencia excesiva de tales lugares comunes trivializa al discurso amoroso y, por supuesto, al relato que los contenga. Quizás la mejor manera de referirse al amor sea con cautela y entendiendo que es un sentimiento la mar de complejo cuya naturaleza muta sin avisar, como una fuerza que nos arrastra y nos hace comprender que nadie, ni siquiera ese gran cantante, compositor, arreglista, pianista y director de la Unlimited Love Orchestra¸ que fue Barry White, tiene la ultima palabra con respecto a ese tema (…)

Extraído de Barry White no es el único que sabe de amor.

Crédito de foto: editorial Aguilar
*título ficticio



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