Rutinas

Santiago se dispuso a esperar el transporte de vuelta a su casa, cuando recordó que dejaba su celular en un salón de clases del bloque P. La imagen del camino oscuro para retornar y la inseguridad de la noche se le atrabancaron en la mente. Eran las 8 de la noche en la entrada de Ziruma del núcleo Humanístico de LUZ.
Corrió de regreso a buscar un milagro, un “quizás todavía esté allá”. Mas lo único que encontró fue un salón vacío. La mano del hurto ya había pasado. Cerca, se topó con dos vigilantes y sospechó de ellos. Les preguntó si vieron salir a alguien del salón. Y como es habitual en esas situaciones: nadie ve nada. Sin embargo, intuyó algo más allá de la negativa. Así que los siguió, los interpeló de nuevo y entonces, ocurrió la sorpresa: 100 bolívares para devolverle su aparato. Quienes resguardaban, ahora sacaban provecho de una situación fortuita. Después de prestar 50 bolívares, realizó el rescate de su pertenencia. Los vigilantes se apartaron regodeándose y él quedó con una mezcla de indignación y alegría. Esa fue la clase de las 8 y media.
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Guion del oficialismo: Negar todo, insistir en la negación, evadir el tema, volver a negar el asunto. Invocar los héroes patrios y el amparo del comandante vitalicio de la revolución. Cubrirse bajo el ideal del hombre nuevo y la bondad perpetua. Cambiar la mirada, señalar con desaforo la otra acera, insinuar pruebas que involucran a los opositores, a los extranjeros, al imperio, a las transnacionales. Hacerse las victimas de una maldad que no comprenden. Y por último, entregar unos cuantos créditos y para entretener a los analistas: anunciar entre líneas el aumento de la gasolina; y con ello, darle vuelta a la página.
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Cuatro series de doce repeticiones cada una, con un peso adecuado. Esta es una máxima de los gimnasios, una rutina para lograr el cuerpo que deseas o que desean otros.
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“Entonces? Después de mucho exprimirme el cerebro llegué al convencimiento de que lo que está peor es la resignación. Los rebeldes han pasado a ser semirrebeldes, los semirrebeldes a resignados. Yo creo que en este luminoso Montevideo, los dos gremios que han progresado más en estos últimos tiempos son los maricas y los resignados. “No se puede hacer nada”, dice la gente. Antes sólo daba su coima [soborno] el que quería conseguir algo ilícito. Vaya y pase. Ahora también da coima el que quiere conseguir algo lícito. Y esto quiere decir relajo total.” La tregua, 1960, Mario Benedetti
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Veinte años casados. Una casa a orillas de la avenida Padilla. Trabajos estables. Hijos graduados. Un amor lánguido, mantenido por la idea de la estabilidad emocional y de los hijos, todavía. Apenas, una que otra caricia como sorpresa entre las comidas. Nada de que quejarse. Acostumbrados a las mismas caras y a los mismos humores de cada uno. Y aparece una silla mal acomodada en el comedor. ¿Quién de los dos la dejó así? ¿Martín? ¿Ingrid? No hay prorroga para el estallido de Ingrid en contra de la ruindad de lo mismo. Se calma. Martín no responde, ni se inmuta. Los dos se dan por vencidos a vivir una relación signada por la rutina. ¿Y quién dijo que el amor se escapaba?
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¿La democracia es una gran rutina?
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Antes de despuntar el alba, Carmen ya se ha levantado. La voluntad es su fuerza motriz. El café también ayuda a mantener esa voluntad solida para madrugar cada día. Su fuente de trabajo desde hacía una década era fabricar galletas caseras. La pericia con que las amasaba y les daba forma fue fruto de su ímpetu de progreso. Ojos verdes tan vivaces como en la juventud hacía pasar desapercibido el hecho de que apenas sabía sumar y escribir su nombre en garabatos. Las marcas de quemaduras por el horno, eran marcas de coraje. Una familia entera sostenida por galletas. Ella poco sabía que el petróleo rondaba la cifra de 85 dólares el barril y que el dólar paralelo subía a 100 bolívares. Su afán diario era conseguir la materia prima para trabajar. Porque aquella era su rutina: “echar pa´lante”
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Guion de la oposición: [Debo recalcar que aquí es difícil describir un guion único porque interviene en escena muchos protagonistas, antagonista, extras, utilería: que si una mesa de la unidad por aquí, otra mesa por allá] En líneas generales: negar todo, insistir en la negación, referir una violación a las Constitución, a los derechos universales, a las instituciones. Asomar por encima la palabra: dictadura. Negar el tema una vez más en televisión o en 140 caracteres. Hablar de presos políticos, del referéndum revocatorio, de la Constituyente, añorar el pasado, lamentar los últimos quince años. Y entonces, en cuanto el gobierno mencione la palabra “aumentar”, activar la artillería de analistas y encuestadoras.
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La rutina es el lugar más cómodo para ubicarnos en nuestra vida. Solo nos acomodamos y dejamos que sus rituales y repeticiones automáticas nos hagan perder el sentido de la sorpresa. Triste, cuando nos arraigamos tanto a esas rutinas que la vida se nos va archivando y me atrevo a expresar que aquí, el gran archivero es este país, Venezuela.  

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